martes, 17 de febrero de 2015

Apuntes

Siento esta noche de manera especial la carga del dolor del mundo. Una sensación de zozobra y de congoja ante tanta crueldad. Hay una especie de locura que se contagia llegando a extremos insospechados de daño atroz al otro, al que se piensa distinto pero que comparte la misma esencia humano-divina. ¿Cómo son posible esos niveles de dolor infringido? ¿Como es posible hacer alarde de ello en un vídeo? Campamentos que se destrozan, niños que desaparecen, palizas, niñas secuestradas, mujeres violadas, hombres decapitados... La humanidad enloquece de violencia y no hay manera de que nos demos cuenta de que la fórmula no es salvaguardar como sea el status quo,  el modo, las formas, el sistema anterior. No es posible alimentar el odio con más odio, no se puede responder desde el miedo y teniendo como único criterio la seguridad personal o nacional.
Por mucho que todo esto nos provoque, la respuesta no puede ser la venganza, el sembrar más pánico, retroalimentar el animal de la violencia. Y no se trata de buenismo, sino de una cuestión de pragmatismo, si es que nos parece ñoño hablar desde otros términos. El vicario apostólico de Trípoli, no se quiere venir de allí y dejar solos a los cristianos a pesar de esa espiral cruel en la que vive el país, habla de un diálogo fraterno entre las civilizaciones (lo siento si suena a aquello que repetía nuestro anterior presidente del que muchos no querrán acordarse, pero en eso tenía razón).
No hay otra salida. Muchos gestos de encuentro entre líderes religiosos, manifestaciones claras y contundentes de los mismo hablando de la paz, de la tolerancia, de la reconciliación, muchos espacios y tiempos puestos al servicio de la acogida al que, en principio, parece distinto, al diálogo interreligioso, intercultural, a coincidir en lo esencial.
El miedo no puede ser la base para ninguna política, no podemos repetir imágenes, vídeos, manifestaciones de intolerancia, eso es seguir el juego a los que han perdido la cordura y seguir alimentando el monstruo del rechazo al otro, del recelo, de la sospecha continua.
El trabajo es arduo, cada vez más, pero nos jugamos el futuro de la humanidad. 
Una de mis películas favoritas, "Hijos de los hombres", narra un futuro hipotético en el que el caos y la violencia se han desatado en la tierra, a los inmigrantes se los encierran a todos en gigantescos centros de internamientos donde reina la inhumanidad, y las mujeres han dejado de poder tener hijos. Me gusta porque me parece de una clarividencia absoluta si no somos capaces de cambiar el rumbo de la historia. Cada vez veo más elementos parecidos a los que aparecen en la pelicula. Pero me gusta también porque ahí, en medio de esa terrible sociedad en la que el hombre es un lobo para el hombre surge una llama de esperanza, precisamente en una mujer negra, inmigrante.
Hay multitud de luces que deben guiarnos en el camino y que indican que también algo bueno está naciendo, aunque cueste mucho más poder verlo y que al final es lo que salvará a la humanidad. Hay que vislumbrar esas señales, propiciarlas, generarlas. Cambiar la inercia del miedo por la   de la confianza. Hay que rescatar la certeza de que nos une algo sagrado. Hay que sentarse, poner la mesa, hablar, hacer silencio, volver a hablar, mirarse a los ojos, conocer las historias desde el principio, poner nombres, aprendérnoslos, comer juntos, ceder, (sin perder el derecho conquistado), relativizar lo absoluto de mi creencia, de mi dogma, de mi forma de vivir y entender la vida, de mi ideología. Volver a hacer silencio, conectar con esa llama que es tuya y mía. Levantarse de la mesa para hacer camino juntos, volver a sentarse a ella para descansar... No queda otra, nos la jugamos.
#ProyectoBerakah.

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