miércoles, 27 de mayo de 2015

Como la sal

Ayer pasaba con la bici cerca de los comerciales de la Gran Plaza en Sevilla. Había un grupo de gente alrededor de lo que me parecía una pancarta. Supuse que era un mitin político con poca gente y me acerqué por curiosidad. Habría unas 30 personas en círculo mirando hacia una especie de ambón, una cruz y a un chico joven que cantaba, los demás lo acompañaban. Rápidamente supe a qué grupo de la Iglesia pertenecían. Su caracterísitico, repetitivo y machacón ritmo con la guitarra los delataba: Pán- Parrampapán- Parrampampán. En la pancarta ponía algo relacionado con la misión.
Justo en el momento en el que me paré pasaron por detrás mía dos personas. Una de ellas, un chico más o menos de mi edad (permitidme lo de "chico"),  decía al pasar con bastante contundencia: "Como si no hubiera en la vida cosas por las que ilusionarse". Yo estuve a punto de decirle que cuánta razón tenía.
Sólo puedo opinar (que no juzgar) sobre la torpeza de esta acción y de otras tantas similares. Queriendo una cosa provocan justamente la contraria. Seguramente este grupo católico pretende, con toda su buena intención, dar un testimonio público de su fe, a ver si la contagian a alguien, sin darse cuenta de que lo que principalmente provocan es el rechazo. (Incluso a mí me pareció algo absolutamente ridículo).
Y vuelvo al comentario de la persona que pasó: Cuántas cosas por las que ilusionarse, en las que poner ímpetu, esfuerzo, vida, ilusión y confianza. Las cosas de la calle de verdad, el trabajo, la asociación de vecinos, el partido político, el grupo de teatro... la justicia en la tierra, el vecino parado, la vecina a la que van a desahuciar, el inmigrante del semáforo, la familia, la vida, las tapas con los amigos, la vida... Cuántos ámbitos en los que dar testimonio, codo con codo con tantos hombres y mujeres, creyentes, no creyentes, de otras religiones, gente en búsqueda. Cuántos foros en los tener una palabra adecuada o un silencio oportuno. Cuántos espacios en los que diluirse dando sabor como la sal.
Sí, porque de eso se trata, de diluirse. Sin complejos, claro que sí, pero sin alardes tampoco, porque aquí nadie tiene la panacea de nada. Y sí, algunos me dirán, "pero, y el tesoro que llevamos... o la Palabra que hierve dentro..." El tesoro es el de la vida a entregar, el testimonio en lo cotidiano, el hacerse presente en las fronteras de nuestro mundo para, humildemente, ver qué podemos hacer con ellas. Y la Palabra no será otra que aquella que da aliento a los abatidos de la historia, sin olvidar que seguimos siendo aprendices de la misma, discípulos.
Otra cosa será invadir, por muy buena intención que se tenga.

24M

Alguien que me acompañaba a las 8 de la mañana en la convocatoria de la mesa electoral (yo, de tercer suplente y por eso puedo contároslo) me decía que nunca había votado (treinta y largos años). Yo le soltaba la manida frase:"Entonces, luego, no te quejes." Y me respondía que ella no se quejaba., que ya se sabía, lo de la crisis y tal y que todos chupan del bote y eso... pero que, para qué votar. Estos días me preguntaba que dónde estaba realmente el problema para que, a pesar de los pesares, haya tanta gente que prefiera mantener el status quo y no haya una mayoría suficiente ilusionada con un cambio real. Creo que aquí está la cuestión: no es el hecho de que haya mucha gente que no vaya a votar, sino el de la desidia generalizada, la falta de preocupación por la realidad, el no ser capaces de levantar la mirada más allá del ombligo del propio microcosmos, la incapacidad de ver fuera del autoencapsulamiento... eso para los que no votan y para los que votan sin un mínimo de crítica o de empatía con la realidad que circunda y que va más allá de la puerta de la casa.
Siento que este es un fin de semana especial. Confluye que es la fiesta del Espíritu, esa potencia creativa, en movimiento, artística, que impulsa a la evolución, porque no es ni más ni menos que la Vida en ebullición. El mismo Espíritu que impulsó a #OscarRomero a poner a los excluidos del Salvador en el centro de su corazón, el mismo que ha llevado a la Iglesia a reconocerlo como modelo (la del pueblo lo hizo al momento, la institucional, a los 35 años de su muerte).
Es posible que ese impulso de Vida, de reconocimiento de aquel que dio la suya por los desplazados para recuperarla de nuevo en su pueblo Resucitado, ese hálito de solidaridad, de novedad, haga del día de hoy una jornada histórica a nivel político.
#AVotar

Y el cambio... ha llegado.

Tenía la intuición de que había algo muy profundo en todo aquello, como cuando tienes una certeza interna absoluta de que algo tiene ese matiz de lo auténtico, incluso, ¿por qué no? de lo "espiritual". Aquella creatividad, aquella alegría convertida en clamor pacífico en las calles... Le dio sentido y sabor a un momento duro de mi vida. Luego vinieron a decirnos que en qué había quedado todo, la ilusión, la fuerza, las ganas de cambiar la realidad injusta, ese despertar de conciencias de las adormideras del sistema... dónde quedaban, para qué habían servido y las propuestas concretas, y el cambio soñado? 4 años después comienza a manifestarse el fruto, el cambio esperado porque, las cosas que manifiestan la auténtica evolución de la Vida, van despacio.

Del blog de Cristianismo y y justicia.

Cristianisme i Justícia“Dormíamos, despertamos” era uno de los muchos lemas que desde el 15M se coreaban continuamente o se podían ver escritos en pancartas en algunas de las plazas que fueron tomadas por la ciudadanía hace 4 años. Durante este tiempo se ha dicho muchas veces que el 15M no sirvió para nada. Se tachó a sus integrantes de utópicos, se les acusó de falta de concreción en sus propuestas, de falta de organización política…, y tras el ciclo electoral del mismo 2011 en el que parecía que nada había cambiado, volvimos al viejo mundo de las mayorías absolutas, de unas instituciones que daban la espalda a la ciudadanía.
La cosa sin embargo, se iba cociendo por dentro. Y desde CJ hemos podido ser testigos de ello. Ya lo quisimos relatar durante aquellos días de mayo de 2011, haciéndonos presentes en las plazas y compartiendo el grito de indignación ante una crisis que estaba haciendo estragos y que nos imponía aquel mantra del ‘no hay alternativa’. Después quisimos dar a conocer pequeñas y grandes grietas que iban abriendo camino para dar paso a la esperanza de ese otro mundo posible que ya está en marcha. Incluso nos atrevimos a elaborar nuestra propia tesis, compartida con muchos otros: “no estamos viviendo una época de cambios sino un cambio de época” y lo dejamos por escrito en el cuaderno de Oscar Mateos y Jesús Sanz, Cambio de época. ¿Cambio de rumbo?.
La jornada electoral que vivimos ayer en el Estado español confirma de alguna manera estos pronósticos: las coordenadas que nos habían servido para entender nuestro mundo hasta ahora, han cambiado.Nuevas formaciones políticas se abren camino ante el muro del bipartidismo, nuevas formas basadas en la confluencia y el trabajo conjunto demuestran un gran rédito electoral, y la ciudadanía toma la palabra: lo certifica el aumento notable de participación en todas partes.
Con el cambio se perfilan nuevos proyectos municipales donde se habla de habitabilidad, de situar a las personas en el centro, de sostenibilidad, de poner en valor las tareas de cuidado, de tomar decisiones colectivas, de transparencia, de empoderamiento, de feminismos, de visibilización institucional…
Independientemente del resultado una cosa está clara, estamos explorando nuevas vías de democracia participativa, más cercana a la gente, y estamos diciendo no a una democracia secuestrada por los mercados. Lo que sucedió ayer pone de manifiesto que la democracia no es algo unívoco ni inmutable y que no es patrimonio de élites ni oligarquías. Se inicia pues un tiempo de gran esperanza y también de gran incertidumbre.¿Estaremos a la altura para construir una sociedad más justa, fraterna y solidaria? La oportunidad de hacer las cosas bien comienza ahora. Queda inaugurado el ‘cambio de época’.