jueves, 15 de enero de 2015

No todo se puede en nombre de la libertad

Eduardo de la Serna
Grupo de Curas en la Opción por los Pobres
Las cosas que ocurren en nuestra historia, de ayer o de hoy ocurren en un contexto. Contexto que las permite comprensibles, al menos en parte (‘comprensible’ no quiere decir ‘justificable’, se trata de entender por qué algo ocurre). Ciertamente sabemos que se podría haber actuado de otra manera, y por “a” o por “z” las cosas no hubieran sido iguales, sin que podamos saber con precisión cómo habrían resultado. Es lo que se suele llamar “contrafáctico”.
La atrocidad ocurrida en Francia con el semanario Charli Hebdo me hace pensar, quizás de un modo no muy “políticamente correcto”, pero al menos escribo para pensar, y quizás ayudar a hacerlo.
Repudio visceralmente la actitud de superioridad de muchos sectores del “Primer mundo” frente a los del Tercero. Actitud de desprecio, discriminación en muchos casos, verdaderamente criminal. Los casos que podrían ponerse se cuentan por miles, desde la experimentación de fármacos con “tercermundistas” hasta los deseos de que el ébola acabe con los inmigrantes, la comparación de personas de piel negra con monos (en el fútbol y la política) hasta la prueba de nuevas armas con poblaciones indefensas… Y podríamos seguir. Pero lo cierto es que me resulta repugnante, y en el podio de estos “discriminadores” lamentablemente es frecuente ver franceses .(Me niego a decir ‘Francia’, porque sería discriminatorio también esto, no es lo mismo el Abbé Pierre que Jean Marie Le Pen, por cierto).
Repudio la campaña antimusulmana que se palpa en el mundo entero, especialmente a partir del 11 de septiembre. La actitud de ver en todo turbante un enemigo y un terrorista no ha de ser muy grato para cualquier musulmán. No soy experto en el Islam pero entiendo claramente que es una religión de paz y constructora de la paz. ¿Que hay violentos en su seno? ¡Seguramente! Los cristianos (católicos o protestantes) no podemos arrojar la primera piedra en esto. Y es sano mirar primero la viga en nuestro ojo antes que referirnos a la paja en ojo ajeno. Y me pregunto cómo nacerá una generación que experimenta desde pequeño, desde la escuela, que el mundo entero parece mirarlo como enemigo, como peligroso, como terrorista.
Cuando vi, hace tiempo, las caricaturas críticas al profeta Mahoma en Charli Hebdó reconozco que me molestaron. Me parecieron una falta de respeto. Y me preguntaba cómo reaccionaría yo ante caricaturas semejantes críticas o burlonas sobre Jesús. Y reconozco que me molestarían. Y que me gustaría sentarme con su autor a charlar y preguntarle por qué dice eso; porque son ofensivas, y provocan dolor en mucha, mucha gente. Y – lamentablemente – no todos los dolidos quisieran sentarse a charlar y preguntar. Porque en todo grupo nunca falta algún energúmeno que mata al de la camiseta de futbol contraria, que quema una bandera del país adversario, o que es capaz de entrar a matar a mansalva en una redacción.
Cuando escuché que los – aparentemente - autores del crimen en Charlie Hebdó dijeron que no eran criminales como los que matan mujeres y niños en Irak y Afganistán, debo reconocer que me pareció parcialmente cierto. Y agregaría también muertes con la tierra devastada después de la invasión, las enfermedades y el hambre. Los terroristas musulmanes no tienen el monopolio ni del terrorismo ni de la muerte.
Y esto – y más – me hizo pensar: ¿cómo romper la espiral de la violencia? Porque la respuesta violenta no hace sino llamar a más violencia. No olvido a las víctimas del supermercado kosher. Criminalmente asesinadas (por el terrorista o los rescatistas, no me queda claro). Y leer las declaraciones de Le Pen o de Netanyahu me hace creer que esto no hace sino alimentar nuevas y más crueles acciones, presentes y futuras. Tampoco es con burlas, por más ‘culto’ a la libertad de expresión que reconozcamos, valoremos y proclamemos.
En lo personal, entiendo que la libertad de expresión no es “derecho a ofender”, a lastimar, a agredir. Ya que nada sano nace de ello. Desde una perspectiva individualista se dirá que es el que escribe (o dibuja) quien debe establecer su propio criterio de ‘hasta dónde’, pero no estoy totalmente de acuerdo con eso. Porque quien se cree superior y entiende que un “negro es igual a un mono”, o que un musulmán es igual a un terrorista, difícilmente podrá tener un criterio equilibrado para saber cuándo algo que diga (o dibuje) sea ofensivo. Hay periódicos que tienen una suerte de ‘comité de ética’; a lo mejor las Facultades de Periodismo podrían publicar una especie de “criterios” o elementos mínimos. Pienso, a modo de ejemplo, que así como – en Europa, por ejemplo – se respeta los diferentes partidos e ideologías pero uno no puede presentar un partido “Nazi” (y celebro que no se pueda), no todo se puede en nombre de la libertad.
Hoy todos (o casi todos) nos dolemos con lo ocurrido en Francia, como ayer en las Torres Gemelas, y ayer y hoy en Afganistán e Irak. Y creemos que sólo la paz, la paz verdadera que nace de la justicia y la equidad, de la verdad y del respeto mutuo, del encuentro y la celebración de la diversidad nos permitirá reírnos juntos, no de otros, celebrar juntos, y no las victorias sino los encuentros.
Con todo mi corazón repudio lo ocurrido en Francia, sin ningún atisbo de duda. Pero reafirmo mi convicción de que la paz viene del encuentro, y no de la lógica triunfo-derrota. Y espero que todos, “empezando por casa” pongan cimientos verdaderos y firmes en la búsqueda de la paz.

martes, 13 de enero de 2015

Je ne suis pas Charlie


Como hijo de la democracia (los escasos años que me tocó ser coetáneo del ínclito dictador era tan pequeño que ni los recuerdo) nunca podré valorar como se merece lo que significó la conquista de sus valores más característicos. Creo que el de la libertad de expresión puede resultar de los más paradigmáticos. Lo que su ausencia produjo de dolor y sufrimiento para muchas personas lo hacen especialmente significativo una vez conquistado.
Por otro lado, creo que en este tipo de opiniones es necesario hacer una declaración de intenciones previa a las consideraciones a tratar. Pudieran parecer de Perogrullo pero no siempre parece que esté tan claro. Baste, por ello, decir que no creo en la violencia en ninguna de sus manifestaciones y mucho menos cuando es la vida de las personas la que se pone en juego. Los asesinatos a sangre fría, para colmo, suman un plus inigualable de maldad que convierten esas acciones en execrables, de las que te zamarrean por dentro. Tengo también que decir, y esto con algo de vergüenza, que cuando esos crímenes se comenten en países occidentales y sobre todo en Europa, el sentimiento de horripilación es mayor por muchos factores, algunos de ellos dignos de analizar y otros que se explican en la mera sensación de que lo que ha ocurrido está cerca y te puede tocar a ti.
Una vez dicho todo esto, y de nuevo andando de puntillas sobre este tema, me gustaría reflexionar y haceros partícipes a los que queráis de mi opinión sobre algunos asuntos. Creo que el derecho a hacer sátira de situaciones dolorosas, trágicas, enconadas de la sociedad o del mundo en general deber ser salvaguardado y no sólo eso sino que es sano, pues libera a través del humor de gran parte de la tensión creada por todo lo negativo. Repito que la conquista de la libre expresión es un bien a cuidar y a defender con uñas y dientes. Pero…
Para explicar lo que quiero decir no tengo más remedio que utilizar ejemplos que puedan parecer anodinos y no venidos al caso pero que espero que puedan ayudarme a hacerme entender. Al grano. Resulta que si a mí me molesta que te burles de mi madre seguramente el problema lo tengamos tú y yo. Yo, porque crea que la esencia de mi madre queda dañada ante tu sátira y tú por dos razones: La primera, porque quizás el motivo por el que te ríes de mi madre no es limpio y no nace tampoco de tu esencia. La segunda, porque no eres capaz de empatizar con mi sentimiento de sentirme ofendido por la sorna que haces de mi madre. Y en este caso, el derecho de que no te rías de ella prevalece sobre el tuyo de poder hacerlo libremente. Hasta que yo aprenda a que tu sátira no afecta ni a mi esencia ni a la de mi madre tendrás que respetarme. El valor del respeto está por encima del valor de la libertad de expresión. Al menos moralmente. 
Y alguien podrá decirme que la figura de una madre es lo más sagrado para la mayoría del género humano y que no se puede comparar con la de un profeta muerto hace casi 15 siglos. Creo que no hace falta decir que para los musulmanes la figura del profeta es tanto o más sagrada que la de una madre. Y esto, a los que no lo somos, nos gustará más o menos, lo entenderemos más o menos, pero es así. Y comprenderemos más o menos que no sepan reírse de sus principios más sagrados, como quizás yo pueda sonreír (o no) cuando ridiculicen a Jesucristo que es un referente, un modelo y un arquetipo. Pero, al margen de nuestras entendederas, habrá que respetar que ellos no puedan hacerlo y que se sientan ofendidos cuando sus referentes sean ridiculizados. Eso del tratamiento de choque para que aprendan no es válido en este caso. Mientras que para alguien sea doloroso y ofensivo que otros satiricen sobre figuras, personas, principios inviolables para esa persona, a los demás les tocará guardarse sus burlas. En eso consiste la empatía, la tolerancia, y el respeto. Y es cierto que valores que han costado sudor y sangre conseguirlos habrá que defenderlos y mostrarlos a otras culturas y luchar con leyes para que aquellos que atenten contra los derechos humanos se cumplan. Pero no creo que nuestro modelo de democracia sea ya ideal, hay mucho que revisar y habrá también mucho que aprender de otras culturas.
En este juego democrático y dependiendo de las circunstancias, hay valores que están por encima de otros y no se trata de renunciar a éstos, sino de saber utilizarlos en el momento justo, con las personas adecuadas.
Cuando la otra persona aprenda a reírse de lo suyo (y este es un reto que lanzo a todos, a ver el que está “libre de pecado”) yo podré reírme con él de eso si verdaderamente esa risa nace de la camaradería, de la fraternidad, del amor en definitiva. 
Creo, desde mi torpe y humilde opinión, que el respeto al otro está por encima de mi derecho a reírme “de lo que me dé la gana”. 
Así que desde la compasión por el dolor que en estos momentos están sintiendo los compañeros de los caricaturistas asesinados, “Je suis Charlie”, pero con respecto a la función de esta revista y a muchas de sus publicaciones: “Je ne suis pas Charlie”.