miércoles, 22 de octubre de 2008

Así mismo

Traté de encontrar la belleza en el basural que me tocó como heredad... pero soy ambicioso y no me conformo con escarbar en la opacidad de estos ojos y descubrir las flores en ellos... y empecé a salir fuera en mis ansias de volar, de romper, de abrir huecos en los muros. Y allí me encontré más vivo, "abrasadoramente vivo" para volver a lo cotidiano, cantando aunque con un poco de miedo a que se me notara el maquillaje.
A las criaturas que me recibieron, espléndidamente bellas, exquisitas, les hablé de mi casa, sus gentes, sus miserias, lo sucio, lo negro, y la vida que intuyo brotando de todo ello. Comprendieron, porque en su generosidad no había límites... Pero no podían acercarse.
Todo comenzó en ese punto entre el este y el oeste, donde los cantos de sirena y la obsesión que generan no son fantasía; allí donde las miradas concentran la esencia de lo querido y la insinuación es el lenguaje. Donde toda búsqueda se unifica; donde lo prohibido es tan vital y justificado como seguir viviendo. Todo comenzó al otro lado de la metáfora, si es que eso tiene algún sentido. Si lo tiene o no, vibramos al compás de músicas, poesías, mares, bosques y miradas, muchas miradas.
Ahora, montado en bici, sigo saliendo fuera, bañándome de aire fresco, silbando las canciones que me enseñaron, recorriendo la epidermis de las ciudades...
No sé si es lo que firmé. No sé si firmé algo o lo creí firmar... La esencia, o la sombra de la luz... ¿Qué es cada cosa? ¿En dónde me pierdo? ¿Me pierdo o es este el justo medio? ¿No se trataba de suspirar? Ahora no tengo respuestas, ni siquiera las preguntas. Éstas..., supongo que tocaban, por si alguien hablaba de inconsciencia.
Solo puedo seguir diciendo lo que me dije hace años. "Continúa latiendo mi pequeña vida".
La belleza. La belleza estába en el regocijo de los golpes del corazón, en la zurrapa que queda después del día terminado... ni adentro ni afuera. En la conjunción de lo hecho sin demasiada culpa, solo la necesaria para pedir perdón a los que quedan por el camino. Los de dentro y los de fuera. Aunque, resulta que hace tiempo que dejé de creer en las fronteras

martes, 14 de octubre de 2008

Crimen y castigo

Tomo estas palabras de Dostoievski en su libro "Crimen y castigo" que me ha enviado un amigo para seguir homenajeando desde esta sección a "los ninguneados" de la historia, aquellos que por no caber en ningún otro sitio ocupan el corazón del Dios universal aunque ellos no lo sepan.


‑¡Ah, señor, mi querido señor! ‑exclamó Marmeladof, algo repuesto‑. Tal vez a usted le parezca todo esto tan cómico como a todos los demás; tal vez le esté fastidiando con todos estos pequeños detalles, miserables y estúpidos, de mi vida doméstica. Pero le aseguro que yo no tengo ganas de reír, pues siento todo esto. Todo aquel día inolvidable y toda aquella noche estuve urdiendo en mi mente los sueños más fantásticos: soñaba en cómo reorganizaría nuestra vida, en los vestidos que pondrían a los niños, en la tranquilidad que iba a tener mi esposa, en que arrancaría a mi hija de la vida de oprobio que llevaba y la restituiría al seno de la familia... Y todavía soñé muchas cosas más... Pero he aquí, caballero ‑y Marmeladof se estremeció de súbito, levantó la cabeza y miró fijamente a su interlocutor‑, he aquí que al mismo día siguiente a aquel en que acaricié todos estos sueños (de esto hace exactamente cinco días), por la noche, inventé una mentira y, como un ladrón nocturno, robé la llave del baúl de Catalina Ivanovna y me apoderé del resto del dinero que le había entregado. ¿Cuánto había? No lo recuerdo. Pero... ¡miradme todos! Hace cinco días que no he puesto los pies en mi casa, y los míos me buscan, y he perdido mi empleo. El uniforme lo cambié por este traje en una taberna del puente de Egipto. Todo ha terminado.

Se dio un puñetazo en la cabeza, apretó los dientes, cerró los ojos y se acodó en la mesa pesadamente. Poco después, su semblante se transformó y, mirando a Raskolnikof con una especie de malicia intencionada, de cinismo fingido, se echó a reír y exclamó:

‑Hoy he estado en casa de Sonia. He ido a pedirle dinero para beber.¡Ja, ja, ja!

‑¿Y ella te lo ha dado? ‑preguntó uno de los que habían entrado últimamente, echándose también a reír.

‑Esta media botella que ve usted aquí está pagada con su dinero ‑continuó Marmeladof, dirigiéndose exclusivamente a Raskolnikof‑. Me ha dado treinta kopeks, los últimos, todo lo que tenía: lo he visto con mis propios ojos. Ella no me ha dicho nada; se ha limitado a mirarme en silencio... Ha sido una mirada que no pertenecía a la tierra, sino al cielo. Sólo allá arriba se puede sufrir así por los hombres y llorar por ellos sin condenarlos. Sí, sin condenarlos... Pero es todavía más amargo que no se nos condene. Treinta kopeks... ¿Acaso ella no los necesita? ¿No le parece a usted, mi querido señor, que ella ha de conservar una limpieza atrayente? Esta limpieza cuesta dinero; es una limpieza especial. ¿No le parece? Hacen falta cremas, enaguas almidonadas, elegantes zapatos que embellezcan el pie en el momento de saltar sobre un charco. ¿Comprende, comprende usted la importancia de esta limpieza? Pues bien; he aquí que yo, su propio padre, le he arrancado los treinta kopeks que tenía. Y me los bebo, ya me los he bebido. Dígame usted: ¿quién puede apiadarse de un hombre como yo? Dígame, señor: ¿tiene usted piedad de mí o no la tiene? Con franqueza, señor: ¿me compadece o no me compadece? ¡Ja, ja, ja!

Intentó llenarse el vaso, pero la botella estaba vacía.

‑Pero ¿por qué te han de compadecer? ‑preguntó el tabernero, acercándose a Marmeladof.

La sala se llenó de risas mezcladas con insultos. Los primeros en reír e insultar fueron los que escuchaban al funcionario. Los otros, los que no habían prestado atención, les hicieron coro, pues les bastaba ver la cara del charlatán.

‑¿Compadecerme? ¿Por qué me han de compadecer? ‑bramó de pronto Marmeladof, levantándose, abriendo los brazos con un gesto de exaltación, como si sólo esperase este momento‑. ¿Por qué me han de compadecer?, me preguntas. Tienes razón: no merezco que nadie me compadezca; lo que merezco es que me crucifiquen. ¡Sí, la cruz, no la compasión...! ¡Crucifícame, juez! ¡Hazlo y, al crucificarme, ten piedad del crucificado! Yo mismo me encaminaré al suplicio, pues tengo sed de dolor y de lágrimas, no de alegría. ¿Crees acaso, comerciante, que la media botella me ha proporcionado algún placer? Sólo dolor, dolor y lágrimas he buscado en el fondo de este frasco... Sí, dolor y lágrimas... Y los he encontrado, y los he saboreado.

Pero nosotros no podemos recibir la piedad sino de Aquel que ha sido piadoso con todos los hombres; de Aquel que todo lo comprende, del único, de nuestro único Juez. Él vendrá el día del Juicio y preguntará: «¿Dónde está esa joven que se ha sacrificado por una madrastra tísica y cruel y por unos niños que no son sus hermanos? ¿Dónde está esa joven que ha tenido piedad de su padre y no ha vuelto la cara con horror ante ese bebedor despreciable?» Y dirá a Sonia: «Ven. Yo te perdoné..., te perdoné..., y ahora te redimo de todos tus pecados, porque tú has amado mucho.» Sí, Él perdonará a mi Sonia, El la perdonará, yo sé que Él la perdonará. Lo he sentido en mi corazón hace unas horas, cuando estaba en su casa...

Todos seremos juzgados por Él, los buenos y los malos. Y nosotros oiremos también su verbo. Él nos dirá: «Acercaos, acercaos también vosotros, los bebedores; acercaos, débiles y desvergonzadas criaturas.» Y todos avanzaremos sin temor y nos detendremos ante Él. Y Él dirá: «¡Sois unos cerdos, lleváis el sello de la bestia y como bestias sois, pero venid conmigo también!»

Entonces, los inteligentes y los austeros se volverán hacia Él y exclamarán: «Señor, ¿por qué recibes a éstos?» Y Él responderá: «Los recibo, ¡oh sabios!, los recibo, ¡oh personas sensatas!, porque ninguno de ellos se ha considerado jamás digno de este favor.» Y Él nos tenderá sus divinos brazos y nosotros nos arrojaremos en ellos, deshechos en lágrimas..., y lo comprenderemos todo, entonces lo comprenderemos todo..., y entonces todos comprenderán... También comprenderá Catalina Ivanovna... ¡Señor, venga a nos el reino!

Se dejó caer en un asiento, agotado, sin mirar a nadie, como si, en la profundidad de su delirio, se hubiera olvidado de todo lo que le rodeaba.

lunes, 13 de octubre de 2008

Aleluya Bis

Como sé que os ha encantado y porque el mundo está falto de Aleluyas aquí os dejo estas dos versiones que he encontrado entre otras muchas. La de Jeff Buckley es una pasada y la chica tiene una voz bonita.

Hallelujah - Jeff Buckley

sábado, 4 de octubre de 2008

Hallelujah

Tocó y agradó al Señor...

Esta te la dedico a ti, "Tolerantia", que me descubriste, en las noches de metáfora amargas y gozosas, al gran Rufus; también a ti, que te has asomado a mi vida con tu impetuosa ternura, porque sé que te gusta (algún día te la cantaré también).

Hallelujah - Rufus Wainwright

I´ve heard there was a secret chord
That David played, and it pleased the Lord
But you don´t really care for music, do you?
It goes like this
The fourth, the fifth
The minor fall, the major lift
The baffled king composing Hallelujah

Hallelujah, Hallelujah
Hallelujah, Hallelujah

Your faith was strong but you needed proof
You saw her bathing on the roof
Her beauty and the moonlight overthrew you
She tied you
To a kitchen chair
She broke your throne, and she cut your hair
And from your lips she drew the Hallelujah

Hallelujah, Hallelujah
Hallelujah, Hallelujah

Maybe I´ve been here before
I know this room, I´ve walked this floor
I used to live alone before I knew you
I´ve seen your flag on the marble arch
love is not a victory march
Its a cold and its a broken hallelujah

Hallelujah, Hallelujah
Hallelujah, Hallelujah

There was a time you´d let me know
What´s real and going on below
But now you never show it to me do you?
Remember when I moved in you?
The holy dark was moving too
And every breath we drew was hallelujah

Hallelujah, Hallelujah
Hallelujah, Hallelujah

Maybe there´s a God above
And all I ever learned from love
was how to shoot at someone who outdrew you
Its not a cry you can hear at night
Its not somebody who´s seen the light
Its a cold and its a broken hallelujah

Hallelujah, Hallelujah
Hallelujah, Hallelujah
Hallelujah, Hallelujah
Hallelujah, Hallelujah

miércoles, 1 de octubre de 2008

De fiebres

... Y la vida sigue. Avanza, ahora, sin monotonía. A pesar de que las fiebres que he tenido parezcan detener los minutos. Ufff... Describir el mundo de inconsciencia en el que te sumerges cuando las sufres es tan inverosímil que perdería el tiempo. ¿Qué parte de nosotros tocamos cuando en sus pesadillas, en sus delirios, en sus sueños, en sus sinestesias nos hundimos irremediablemente? No lo sé. Nadie me lo explicó. Salí una vez más. Y descubrí que te tengo olvidado, mi pequeño blog. Me acusan de no alimentarte y no me faltan ganas ni ideas. Pero la vida, su ritmo acelerado de estos meses, sus desatinos... Veo que soy un mal padre por eso nunca tuve hijos.
Un amigo dice que el otoño es el tiempo de quitarse los disfraces y presentar el rostro limpio de maquillajes para que el encuentro con la realidad sea menos duro. Yo no soy de transformaciones radicales pero sí sé del verano y su haz ilusorio...
Quizás se trate tan solo de descubrir también la epidermis de esta estación y su magia que nunca ha estado reñida con lo real, el compromiso y los pies en la tierra. De esto último sí que tengo que hacer un curso intensivo, aunque sea de unas horas.
... Y a seguir latiendo, mi pequeña vida.