lunes, 22 de febrero de 2016

De desvaríos

Tiempos de ríos revueltos, de retrocesos, de derivas que nos llevan a que se radicalicen posturas, a que se involucione a formas que creíamos superadas (un sólo ejemplo nos baste: el triunfo cada vez más manifiesto de personas como Donald Trump en EE.UU). Una etapa tumultuosa de volver a poner fronteras, cerrar puertas, perder conquistas pasadas en derechos humanos. Época en la que, no importa el descaro, se hace lo que hay que hacer para que el británico no se vaya de UE porque lo que interesa son sus inversiones y da igual las personas aunque las personas no sean ya el paquistaní de turno sino los vecinos del país de al lado.
Desvaríos de lo que yo quiero y del asiento que voy a ocupar y lo que digo por encima de lo que dices y de que no hay pacto sin lo que pienso y de que da igual estar sin gobierno si lo que me interesa es lo que me interesa.
Y gente que sólo entra, aquí y allá, para ver lo que el otro pone, o para desacreditar sin fondo ni fundamento (lo último, lo más loco, acabo de comprobarlo esta misma mañana: lo del falso artículo de Pérez Reverte sobre coletas moradas y demás). Sin preguntar serenamente, porque la serenidad es lo que menos importa ahora. Sólo mi víscera tocada en lo más hondo por aquellos titiriteros de los que nadie hubiera hablado jamás si no se les hubiera puesto un marco de color. Y se mira la paja en el ojo ajeno de trajes de reyes magos que no lo son, de capillas tomadas por sujetadores y de "padre nuestros" de mal gusto que no son más que lo que son.
Una especie de paranoia corporativista de ver persecución donde sólo hay descaro adolescente y demodé de unos cuantos que no se enteran que ya no es fashion ser beligerantemente antireligioso. Los que no se enteran y los que se creen que se enteran y se convierten en víctimas de persecuciones sin circo ni leones, dándoles a los otros en el gusto.
Serenidad, señores y señoras. Dejar caer la hoja y no echarse a temblar en su recorrido. Serenidad y reflexión, o reflexión desde la serenidad. Una dosis de ver más allá, de ser capaces de entender que este tiempo es necesario, de dejar que se cumpla su ciclo, de permitir que las cosas sean. Serenidad para ser capaces de ver lo bueno de lo que se está haciendo, lo bueno de la crisis en sí (y no me refiero a la económica). Si no hay crisis hay inmovilismo, y si hay inmovilismo hay putrefacción. Salir de la obcecación hilarante, del descrédito sin fundamento buscando donde no hay, buscándole una quinta pierna al gato.
Dejar los nervios, observar los ritmos de la misma evolución de la vida con cierta distancia y desafección. Y poner pasión en lo cotidiano. Ponerla en lo grande también pero con cierta sabiduría o al menos con un poco de cordura, abandonando el catetismo y la pataleta.
Se mueve mucho y cuando se mueve tanto, el lodo se mezcla con el agua limpia y se dice aquello de "ojalá no se hubiera meneado nada".
Un paso atrás, respirar, mirar con distancia, volver a respirar. Y si se habla, que sea desde dentro y no desde la mollera agitada. Abandonar el discurso del miedo que es un arma arrojadiza que se vuelve contra todos y hace entrar en estados de excepción mentales y físicos. Es moralmente inadmisible utilizarlo para desacreditar al otro; es darle pistas al mal para que campe a sus anchas. Para dar carta blanca a la restricción, a la mordaza, al palo y a la venda en la boca.
Sacar los pies del plato de la necesidad de la confrontación que lo único que hace es alimentar los egos. Seguir indignados, claro que sí, pero sabiendo desde dónde.
Escuchar activamente, sentarse, dialogar, volver a replantearse lo que sea. Serenamente.

jueves, 18 de febrero de 2016

Artemística

Ayer conversando con mi amigo J., se puso de manifiesto aquello en lo que coinciden los expertos: el movimiento interior de la expresión artística es el mismo que el de la espiritualidad o la mística. La experiencia profunda del artista no se puede explicar, de tal manera, que si se hace se pierde parte de la esencia de esa experiencia. Una obra de arte, cuanto más se explique, más pierde su brillo natural. Al igual que la experiencia mística. Ese "no sé qué que quedaban balbuciendo" de S. Juan de la Cruz nos hace referencia a esa dimensión apofática de la vivencia profunda. Sobre ella sólo podemos balbucir, casi como niños, sobre lo que ha sido o está siendo o en todo caso decir lo que no es. Ambas experiencias (la artística y la mística) son inefables por sí mismas. Cuanto más se expliquen más nos alejan de ellas, más pierden su carácter sagrado. Ambas son pura manifestación en sí mismas, pura expresión del ser.

domingo, 14 de febrero de 2016

Como tiene que ser

"Unas cuantas veces en mi vida he experimentado momentos de una claridad meridiana, en los que, en unos cuantos segundos, el silencio ahoga el ruido. Y puedo sentir en lugar de pensar. Y todo parece muy definido. Y el mundo claro y fresco, como si todo acabara de nacer. Es imposible hacer que esos momentos duren. Yo me aferro a ellos, pero se desvanecen como todo. He vivido mi vida en esos momentos. Ellos me transportan de vuelta al presente, y entonces me doy cuenta de que todo es justo como tiene que ser." A single man.

jueves, 4 de febrero de 2016

La chica danesa



Con permiso de filmaffinity en donde no sale muy bien parada, con permiso de amigos verdaderos expertos en estas cuestiones... Como no soy crítico de cine y en ello entiendo lo que mi trayectoria cinéfila me permite, me atrevo a recomendar la película "La chica danesa".
Y la recomiendo por la buenísima interpretación de sus dos protagonistas, sobre todo la de Alicia Vikander. La recomiendo por la capacidad del director de que el espectador de a pie como yo empatice con los sentimientos de los mismos, sobre todo con el del personaje de Einar Wegener-Lilli Elbe. Y sobre todo la recomiendo por sacar a la palestra esa lucha de tantas personas a la que muchos hemos estado ajenos. Una lucha que durante décadas se ha tratado de ocultar y se ha maquillado relegando a estas personas al terreno de lo irrisorio, de lo esperpéntico, de lo contra-natura.
Ayer salió en las noticias el caso de una niña transgénero que con tan sólo 5 años ya había conseguido, a través del propósito constante y tenaz de sus padres, poder cambiar su nombre. El testimonio de su madre es digno de mención por su madurez y equilibrio. Emocionaba el observar que hoy pueda hablarse en esos términos y que, aunque aun queda mucho en la consecución de los plenos derechos de estas personas, se haya creado por fin un caldo de cultivo importante para seguir luchando por ello abiertamente, sin clandestinidad, tabúes ni tapujos. Este avance ha sido posible gracias a la lucha de personas como Lilli Elbe.
Aunque la primera media hora de la película es algo aburrida, merece la pena verla, por lo dicho y por narrar esa auténtica historia de amor hasta el final.

martes, 26 de enero de 2016

La liberación de lo contemplativo

La liberación por parte de la policía de tres monjas de nacionalidad india de un convento de clausura en Santiago, saca a la palestra todo lo que se cuece debajo de este caso y, sobre todo, de este asunto en términos más generales. Hay que reconocer que éste es un caso extremo y por tanto no usual pero que pone de manifiesto una realidad de la que se habla poco o si se habla se hace en corrillos.
La sequía vocacional en general en toda la Iglesia y más en concreto en la vida contemplativa (quitando algún caso significativo y digno de estudio), y la presencia de conventos en lugares donde la pobreza y la exclusión hacen estragos, constituye un caldo de cultivo estupendo para que se den situaciones como la de la noticia de hoy.
Conventos que se quedan vacíos, y chicas que en sus casas son un problema porque los padres no saben cómo sacarlas adelante. Todo encaja a la perfección. Y las congregaciones religiosas, principalmente las femeninas, sus responsables, superioras y formadoras, no son capaces de ver que la necesidad se camufla (consciente e inconscientemente) en supuestas "llamadas" de lo divino a la vida religiosa.
Un paseo por lo conventos sevillanos visualiza la situación: indias, keniatas, mexicanas, etc. que conforman un coro multicolor y estéticamente bonito, pero que ocultan una realidad bastante compleja.
Chicas jóvenes con energías y fuerzas recién estrenadas con maneras diferentes de expresar y vivir la espiritualidad, que se encierran hipotéticamente de por vida, cohabitando con europeas mayores (que sólo han conocido eso) en edificios de un valor histórico y artístico incalculable. En palabras de alguien que tiene contacto con este mundo, "cuando se vayan muriendo las españolas se va a ver un numerito".
El numerito comienza con esta noticia en la que se descubre una libertad mermada por la presión de perder una identidad ganada, un sustento, aunque sea en una vida no elegida del todo. Posiblemente la historia no sea como la cuentan los medios que tienden a llenar de aditamento rimbombante cualquier noticia, y estas más. Pero sí que cuestiona y saca a relucir un tema complejo con múltiples factores. Algunos de ellos:
- Hasta qué punto es legítimo utilizar la pobreza de la gente como acicate para cubrir la ausencia de vocaciones.
- Cuánto hay, por tanto, de libertad en la decisión de entrar en los conventos de clausura. La respuesta a lo que se entiende por vocación tiene que nacer de una voluntad no condicionada por ningún factor que la merme.
- Para cuándo una revisión a fondo de lo que debe ser la vida contemplativa. Una vida contemplativa entre rejas pudre lo que de auténtico pueda haber. "Lo que oís al oído, predicadlo sobre las azoteas" (Mt 10, 27). La vida contemplativa debe ser receptaculo del ser humano en búsqueda de lo espiritual. Sus lugares deben ser espacios para ayudar a retomar el camino a lo interior, espejo de lo que somos en esencia. Lo que se oculta tras rejas, velos, clausuras, etc. aparte de convertirse en vida estancada en donde proliferan patalogías de todo tipo, deja de ser signo para la humanidad. El mundo necesita espacios que ayuden a recuperar el sentido, el silencio como parte esencial de encuentro con nuestra realidad más profunda.
- El miedo a perder el patrimonio de tantos conventos y monasterios que son auténticas obras de arte, hace que se contemplen situaciones penosas: unas cuantas pobres mujeres mayores conviviendo con otras tantas chicas venidas de tantos sitios y que no tienen ni idea de qué va la cosa, malviviendo en edificios que al final acaban ruinosos por falta de recursos. Hay que saber hacer una transición inteligente para asegurarse que esos sitios se van a conservar, despejar el camino incluso para que pudieran seguir siendo lugares donde fomentar la espiritualidad, pero, a la vez, ser capaces de soltar generosamente, de hacer el tránsito a otras formas, entregar a otros grupos humanos que sean capaces de mantener y a la vez de hacer que no se pierda el sentido originario de esos lugares. Pongo el ejemplo positivo del monasterio de Batuecas propiedad del Carmelo masculino, en la sierra de Francia, provincia de Salamanca. Me consta que se está convirtiendo en un centro de espiritualidad, que va a ser llevado por una comunidad laica, que tendrá otra forma de compromiso alejada de lo "perpetuo" que ha dejado de ser un signo de los tiempos.
Espacios Berakah, tiene entre sus pretensiones principales, entre sus horizontes, encontrar algún lugar de esta características, para unir lo que nunca debió estar separado: la espiritualidad y el compromiso compasivo que nace de ella, el encuentro con el otro "diferente" para construir desde la esencia común.
Es necesario releer de manera coherente y sincera lo que ocurre. Ser valientes para soltar, para pasar a formas diferentes de vida en común, de contemplación, de compromiso; hay que ser generosos para hacer la transición de modelos medievales a formas actuales que den respuesta a la búsqueda del ser humano de su esencia.

domingo, 24 de enero de 2016

De fidelidades

Después de dejar el ejercicio del sacerdocio, sólo dos compañeros fueron capaces de permanecer fieles a la amistad que teníamos a pesar de las nuevas circunstancias. Aunque el despegue y casi desaparición de mi vida de personas queridas que me habían manifestado su cariño me provocó dolor, ahora entiendo que el movimiento que supone el dejar la dimensión visible o pública del ministerio remueve muchas cosas interiores en los compañeros. Desde una mirada global, el alejarme de una realidad que me asfixiaba, el buscar una coherencia entre mi vida y lo que se cocía por dentro en el mundo de mis afectos y en el reconocimiento agradecido de lo que me conformaba, no creo que me haga meritoria con respecto a nadie. Cada uno vive la vida como puede y en todas las formas creo que se dan las luces y las sombras como parte de una sola realidad. 
Sin embargo, intuyo una agitación interior en todos aquellos que me quisieron y que parece que no pudieron permanecer. Menear dudas, frustraciones,intuiciones propias, provoca pavor. Y, mejor retirarse. Lo observo incluso en los que se encuentran conmigo casualmente. Conversaciones superficiales, poca profundidad en el interés. Algunos ni preguntan qué hago, qué me mueve, si soy feliz o no. 
El ministerio sacerdotal, te proporciona o parapeto institucional donde uno está calentito, protegido. Entiendo la complicación de cuestionarse realmente salirse de ahí, o al menos plantear otro forma diferente de sacerdocio, más humano (y si es más humana, también es más divina). Dentro de ese baluarte, da igual como se viva, lo importante es mantenerse dentro.

Como decía, pocos son los que se han mantenido cercanos. Los que han entendido que mi esencia sigue siendo la misma y la mayoría de sus manifestaciones también.

Hoy he estado con uno de ellos al que le rindo este pequeño homenaje anónimo, (sé que no le gustaría para nada que lo nombrara por aquí). 
Quiero darle las gracias por su generosidad y cariño. A pesar de maneras diferentes de entender algunas cosas quiero reconocer su entrega, su cercanía, su fidelidad, su capacidad de verme más allá del rol que ocupe... Gracias por este día con buenas vistas, buen paladar, y con la alforja llena de detalles... 

domingo, 17 de enero de 2016

De celebraciones


Un signo representa una realidad existente y tiene tal fuerza en sí mismo que llega incluso a hacer presente esa realidad. Esto en el ámbito de lo espiritual cobra aun más relevancia porque el signo actualiza todo el significado sagrado de esa realidad. Si no hay realidad, no puede haber signo...
Me temo que la basílica del Gran Poder (al menos creo que por muchos años) no va a volver a llenarse, de los colores, los cantos y sobre todo de la gente que hoy la ha llenado.
Se ha bailado en la ofrendas con el ritmo armonioso de África. Ha sonado el cóndor pasa con las flautas de pan, se ha rezado en inglés, francés, guaraní, quechua. Colores de piel, colores en las vestimentas, instrumentos musicales venidos de muchos lugares... Todo esto ocurría ante la mirada atónita de la señora devota del Gran Poder que venía a su misa de domingo, ante el asombro de los que durante toda la Eucaristía pasaban por detrás del Cristo y se asomaban al cristal para observar el espectáculo, como si fuera a un acuario gigante, de los que estábamos al otro lado. (esperpéntico).
Pero lo señora volverá el domingo que viene y de nuevo "escuchará" su misa gris y átona. Y las personas emigrantes no serán protagonistas de nada más que de sus propias luchas.
Y como mucho habrá uno o dos templos en Sevilla en los que se le dé su lugar, el de los primeros puestos reservados a los que vienen "de la gran tribulación".
En un discurso sencillo, tierno, incluso en la línea de la misericordia y la compasión, el obispo auxiliar ha hablado de nuevo de una Iglesia de puertas abiertas. El Evangelio del día nos ha recodado el vino nuevo de la hospitalidad y del encuentro con el que nos viene a traernos una buena noticia.
Desde que andaba en estos menesteres nos afanábamos en transmitir la idea de la Iglesia como casa de todxs. Al margen de la gente de buena voluntad que se desgasta en la cercanía, en la acogida, a través del voluntariado o de incluso abrir las puertas de su casa, al margen de proyectos de este tipo de entidades concretas, poco ha cambiado, es más creo que hasta se ha perdido algo de lo que había.
Me pregunto si el signo también sirve para representar una realidad que no está pero que se sueña que esté.
Al margen de todo esto, sí que he celebrado. He celebrado el encuentro con gente querida, he celebrado la fe de aquellos que han creído a pesar de tanto rechazo, he celebrado la diferencia enriquecedora, el don de lo diverso, he celebrado la posibilidad de que todo eso sea real. El celebrado el recuerdo de los años en que comprobé que sí.
Prefiero quedarme con la idea de que lo vivido hoy, lo mismo que lo vivido en aquella tienda de los iraníes de Calais, o en la Pascua de Ceuta o en la mesa que compartíamos en la parroquia de los Pajaritos o en tantos otros momentos y circunstancias, actualizan algo que ya existe ni más ni menos que en el momento en que ocurre. El aquí y el ahora de la Eucaristía por el día de las migraciones de hoy ya estaba lleno de sentido. Eso no quita que de lo vivido nazca el deseo:
El de que en todos los templos del mundo, los últimos sean los primeros. El del que construyamos templos-hogares donde el encuentro desde lo profundo y todas sus manifestaciones externas sea posible. 
El deseo de que en esos nuevos templos-hogares no se hable solo de "cristianos" o de musulmanes" sino que esa dignidad común de la que hoy se ha hablado, sea la única bandera. Templos hogares en donde lo esencial sea el pilar para seguir hablando de lo diverso y lo característico.