domingo, 17 de enero de 2016

De celebraciones


Un signo representa una realidad existente y tiene tal fuerza en sí mismo que llega incluso a hacer presente esa realidad. Esto en el ámbito de lo espiritual cobra aun más relevancia porque el signo actualiza todo el significado sagrado de esa realidad. Si no hay realidad, no puede haber signo...
Me temo que la basílica del Gran Poder (al menos creo que por muchos años) no va a volver a llenarse, de los colores, los cantos y sobre todo de la gente que hoy la ha llenado.
Se ha bailado en la ofrendas con el ritmo armonioso de África. Ha sonado el cóndor pasa con las flautas de pan, se ha rezado en inglés, francés, guaraní, quechua. Colores de piel, colores en las vestimentas, instrumentos musicales venidos de muchos lugares... Todo esto ocurría ante la mirada atónita de la señora devota del Gran Poder que venía a su misa de domingo, ante el asombro de los que durante toda la Eucaristía pasaban por detrás del Cristo y se asomaban al cristal para observar el espectáculo, como si fuera a un acuario gigante, de los que estábamos al otro lado. (esperpéntico).
Pero lo señora volverá el domingo que viene y de nuevo "escuchará" su misa gris y átona. Y las personas emigrantes no serán protagonistas de nada más que de sus propias luchas.
Y como mucho habrá uno o dos templos en Sevilla en los que se le dé su lugar, el de los primeros puestos reservados a los que vienen "de la gran tribulación".
En un discurso sencillo, tierno, incluso en la línea de la misericordia y la compasión, el obispo auxiliar ha hablado de nuevo de una Iglesia de puertas abiertas. El Evangelio del día nos ha recodado el vino nuevo de la hospitalidad y del encuentro con el que nos viene a traernos una buena noticia.
Desde que andaba en estos menesteres nos afanábamos en transmitir la idea de la Iglesia como casa de todxs. Al margen de la gente de buena voluntad que se desgasta en la cercanía, en la acogida, a través del voluntariado o de incluso abrir las puertas de su casa, al margen de proyectos de este tipo de entidades concretas, poco ha cambiado, es más creo que hasta se ha perdido algo de lo que había.
Me pregunto si el signo también sirve para representar una realidad que no está pero que se sueña que esté.
Al margen de todo esto, sí que he celebrado. He celebrado el encuentro con gente querida, he celebrado la fe de aquellos que han creído a pesar de tanto rechazo, he celebrado la diferencia enriquecedora, el don de lo diverso, he celebrado la posibilidad de que todo eso sea real. El celebrado el recuerdo de los años en que comprobé que sí.
Prefiero quedarme con la idea de que lo vivido hoy, lo mismo que lo vivido en aquella tienda de los iraníes de Calais, o en la Pascua de Ceuta o en la mesa que compartíamos en la parroquia de los Pajaritos o en tantos otros momentos y circunstancias, actualizan algo que ya existe ni más ni menos que en el momento en que ocurre. El aquí y el ahora de la Eucaristía por el día de las migraciones de hoy ya estaba lleno de sentido. Eso no quita que de lo vivido nazca el deseo:
El de que en todos los templos del mundo, los últimos sean los primeros. El del que construyamos templos-hogares donde el encuentro desde lo profundo y todas sus manifestaciones externas sea posible. 
El deseo de que en esos nuevos templos-hogares no se hable solo de "cristianos" o de musulmanes" sino que esa dignidad común de la que hoy se ha hablado, sea la única bandera. Templos hogares en donde lo esencial sea el pilar para seguir hablando de lo diverso y lo característico.

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