lunes, 13 de enero de 2014

En Julio

He vivido tan expectante que la espera se convirtió en ansiedad, haciéndome confuso y distraído de sentimientos que parecían puros y no eran más que erupciones de mis sombras. Pensé muchas veces que me estaba enamorando pero tan sólo eran aspavientos del niño necesitado y herido.
Contigo, he recuperado esa sensación auténtica y única, que brota desde lo más profundo de lo que somos y no de ningún subterfugio del yo. Al reconocerla me pregunto cómo he podido confundirla.
Aunque ya no estás, siento clavados en mí tus ojos emocionados de alegría y pasión cuando hacíamos el amor. Y escucho tu voz en ese idioma que en ocasiones se comenzaba a hacer familiar, cuando me preguntabas si era feliz. El olor y el sabor de tu piel, su color haciendo evidente tierras lejanas y culturas fascinantes que siempre habían hecho resurgir en mí ese sentimiento confuso y placentero de lo remoto y lo propio. La profundidad de tu mirada, la maraña de tu cabello donde mis dedos se enredaban no poéticamente, tu porte grácil y elegante, tu gusto exquisito.
Todo se sigue haciendo manifiesto en estos días, que no sé por qué, vuelves a colarte, sin estar.
Has dejado el hogar que tanto disfrutabas lleno de generosidad. No he querido desprenderme de ella porque te siento cerca a pesar de la lejanía y de que te echo de menos con ese dolor profundo del que está enamorado.
Sí, me costó decirlo, pero volví a enamorarme, después de siglos de vida y de experimentos múltiples.
No sé si esperarte o no hacerlo.
Nuevos abrazos me hacen recordar emociones, parecer que estás ahí, simular la maravillosa comunión, el éxtasis de la fusión corporal y espiritual.
Pero no eres tú, y nunca es lo mismo.

miércoles, 8 de enero de 2014

Pobres Reyes Magos

Hoy me comentaba una compañera que su pequeña jugaba con las cajas de cartón de los regalos de Reyes. En casa de mis padres, dos de mis sobrinos lo hacían con un pequeño y antiguo carro con una muñeca africana de tela, ignorando la montaña de paquetes que había encima de la mesa. Los mayores nos afanábamos con un entusiasmo forzado y con ridículas interjecciones en que prestaran atención a lo que, con más o menos esfuerzo, les habíamos comprado. Incluso yo, crítico y hastiado de caer en lo mismo, vivía mi cierta indignación porque ignoraban con manifiesto pasotismo aquello "tan educativo" que les había comprado.
¿A qué jugamos? Y valga estupendamente la expresión. ¿Qué queremos demostrar? ¿Qué carencias se manifiestan en ese afán de llenar de objetos la vida de los niños? Mi sobrina mayor de 6 años, me decía que el sofá de su casa había amanecido "tooodo lleno de paquetes!" Y yo pensaba sobre cómo el sistema se iba colando en su vida y cuánta culpa teníamos los mayores. Recuerdo también como el año pasado abría con ansiedad los distintos regalos sin darse cuenta en qué consistía cada uno de ellos ni para qué servían.
¿Por qué no somos capaces de salvaguardar la simpleza de un niño que juega con una caja de cartón o con una muñeca vieja en un carro viejo? ¿Tan torpes somos que no nos damos cuenta que no queremos más a nuestros hijos, sobrinos, nietos... por ofrecerles mayor cantidad de objetos de los que se olvidarán en pocos meses o semanas? ¿Y que incluso les estamos haciendo daño metiéndolos en esa vorágine de consumo ansioso? ¿Cómo hacerlo para no parecer un mal tío, un mal padre-madre? ¿O quizás sea más importante el serlo y no el parecerlo?
Nadie puede quedarse en la familia sin hacerle un regalo a los niños. Por lo tanto, son los mayores los que necesitan satisfacer no sé que cosa, más allá de las necesidades reales de ellos, los cuales no saben qué hacer con tanta cosa y  que olvidarán con facilidad. Muchos de los comentarios de los vecinos versaban sobre la necesidad de un camión para trasladar los juguetes o de ampliar la casa para que cupieran. Gente con necesidades básicas no cubiertas, gente en paro... todos atrapados por esta locura convulsiva. Para colmo, desde que Papá Noel comenzó a colarse en algunos hogares sin pedir permiso, el asunto se incrementa.
¿Es necesario que los niños jueguen? Es fundamental. Pero... ¿no estamos mermando su capacidad creativa, su imaginación, su inteligencia, cargándolos de objetos, la mayoría de los cuales son ofrecidos por una publicidad con intenciones espurias?
No tengo las respuestas aunque sí veo el efecto en los pequeños. No sé romper la dinámica sin crear malestar o dar la impresión de tacañería. Quizás tampoco sea muy creativo en las alternativas, que seguro que las hay. Dejo esta pequeña reflexión abierta, por si alguien aporta ideas.