jueves, 24 de julio de 2014

Ora et labora

A menudo me he parado a pensar sobre la vida contemplativa, en concreto sobre la monástica. ¿Cómo ser fiel a un carisma, conservar una tradición que ha sido caldo de cultivo para que pueda darse la mística, esencia del encuentro entre el ser humano y el Misterio, y a la vez dar una respuesta acorde a los tiempos que corren? Por ejemplo, ¿tiene sentido hoy en día la clausura? (Me consta que esta misma pregunta la ha hecho el Papa Francisco en una encuesta a las órdenes de vida contemplativa). Teniendo claro hoy más que nunca que la mística no es exclusiva de los monjes y monjas de monasterios y conventos sino una dimensión básica del ser humano (sea de la tradición religiosa que sea o de ninguna de ellas), tenemos que ver como una riqueza para el mundo el que existan comunidades (cristianas, budistas, sufíes, etc.) que sirvan de signo de que lo más genuino del ser humano es el Misterio "más íntimo a nosotros que nuestra propia intimidad". Pero esto hay que saberlo hacer porque ¿qué sentido tiene un carisma que no se pone al servicio del resto de la gente? ¿Cómo hacer esto posible sin que en el intento se quiebre lo que es irrenunciable y lo que lo favorece (el silencio y todo lo que lo permite, el tiempo para la oración y la vida comunitaria…) ¿Cómo estar en el mundo sin ser del mundo? (Entendiendo “mundo” en sentido joánico como aquello que disgrega al ser humano, lo dispersa, le hace daño y no como su propio “hogar”).
Siento que el carisma contemplativo es necesario y en este momento más que nunca, pues la búsqueda del sentido se hace notable en las preocupaciones de las personas que se sienten escindidas de sí mismas y perdidas en una vorágine deshumanizadora. Podría vivirse como un auténtico regalo si se supiera estar atentos a los signos de los tiempos. El anhelo de sentido y trascendencia actual son una oportunidad ineludible para las que las órdenes monásticas hagan una auténtica reflexión de cómo ser signo para la humanidad.
Evidentemente esto no cuadra con el concepto de clausura. Clausura es contrario a ser testigo, a poder mostrar la perla encontrada. Y ya es hora que la vida contemplativa, sobre todo la femenina, deje de ser un resquicio más o menos pintoresco del pasado. Me consta que hay congregaciones que han renunciado a las rejas, todo un signo que no puede dejar de darse. Pero, ¿es esto suficiente?
En Suesa (Santander), me he encontrado con una comunidad que me ha parecido una auténtica respuesta a lo que venimos diciendo. Monasterio Trinitario del S. XIX que ahora está habitado por 9 monjas más todos los que allí, como yo, se acercan tratando de ir a las fuentes. Dice mucho que todas sean españolas y la mayoría jóvenes. Fieles al carisma trinitario de comunión han abierto su casa y su coro a gente en búsqueda. Su liturgia, sin perder la esencia de la tradición, es un claro ejemplo de apertura horizontal donde todos tienen cabida. Su peculiaridad principal es la oración a través de la danza. El Espíritu del Resucitado baila en aquellos y aquellas que se abren a él y a la vida, una danza serena, que unge y conecta, que no excluye sino que incluye y que sobre todo sirve de puente con lo trascendente, una danza mística. Taller de danza para quien quiera, campos de trabajo con jóvenes, música (guitarra, órgano, auténtico diálogo entre tradición y apertura, desde Brotes de Olivo hasta Hildegarda Von Bigen), acogida, diálogo, sonrisas... hacen una comunidad que sin dejar de ser fieles a la vida monástica, al silencio, sirven de cauce para que tal tesoro no se quede sólo para ellas. O no sean, simplemente, un espectáculo para aquel que busca “shows místicos”.
Algo que me ha llamado la atención y que a algunos puede parecerles intrascendente, es que han optado por descubrirse la cabeza, por quitarse el velo. Me parece que en una sociedad en la que en muchos lugares a la mujer se la obliga a llevarla tapada (directa o indirectamente a través de una cultura con bastantes rasgos machistas) que la mayoría de las congregaciones femeninas de vida contemplativa y muchas de vida activa sigan proponiendo el cubrirse la cabeza, hace difícil ese papel nuevo de la mujer en la Iglesia. Por ello, una decisión valiente y en definitiva, una liberación.
Algo que puede chocar es la característica de que la liturgia está recitada totalmente en femenino, incluidos los salmos. Esta opción feminista dentro de un monasterio contemplativo, al margen de lo simbólico, puede ser una auténtica brecha en una sociedad y en una Iglesia que se siguen rigiendo por esquemas patriarcales. Aunque como hombre me resultara extraño en algunos momentos, creo que es necesario recuperar la feminidad de lo real. Otro gallo nos cantaría en la manera de funcionar.
Doy gracias al Dios-Ser que suscita estas luces para el mundo. Ojalá que tanto las congregaciones cristianas católicas como todas las comunidades que busquen esta Vida instalada en la Esencia, sepan dar una respuesta acorde al ansia de sentido del ser humano. Gracias por supuesto a las monjas de Suesa que me han acogido y me han hablado del Dios que danza; gracias por su valentía, por ser una grieta por la que se cuela el Espíritu.
Acabo como lo hacen ellas al terminar de recitar los salmos de la liturgia. “Gloria al Padre, al Hijo y a la Santa Ruaj”.