viernes, 24 de diciembre de 2010

El Mesías

Ya sé que esto es la felicitación de moda. Pero ojalá la gratuidad, la belleza regalada, la capacidad de sorprender... estuvieran más presentes en la vida cotidiana. Lo dicho... felices días.



sábado, 4 de diciembre de 2010

Casi a capella

A mi amigo calvo con pañuelo naranja y a todos los locos como él que siguen creyendo que la tierra encierra una teleología de bondad, respeto, fraternidad...


viernes, 3 de diciembre de 2010

The Secret Garden- 2046

Magnífica combinación de imagen, sensualidad, color, luz, música... Aprovecho para estrenar etiqueta nuevo. Cuando encuntre un título más sugerente para la misma prometo dároslo.


martes, 30 de noviembre de 2010

Muros

He contemplado alguno de los muros que se nombran en este video. Es una experiencia sobrecogedora, que te deja en silencio como todas aquellas cosas que calan las capas de tu ser y se posan en lo profundo del corazón. A pesar de todo, he sido testigo también de los muros de la incomunicación, la cerrazón, el individualismo acomodaticio... y de esos he sido albañil alguna vez. Son peores que los otros porque no te dejan verlos. Gracias a mi amigo Guya que me mostró esta pequeña reflexión de Galeano.



martes, 23 de noviembre de 2010

El síndrome Belén Esteban

Como la nombro de vez en cuando en alguno de mis discursos, a menudo, trato de buscar pruebas que apoyen la propia argumentación. Aquí hay una bien analizada. Creo que, a pesar de todo, ella, "la Belén", es una víctima más.

Carta de una profesora

Como profesora, las preguntas de los alumnos que más me cuesta responder convincentemente son sobre por qué hay que estudiar cosas que a ellos les parecen inútiles o absurdas, como la Historia o la Geografía. Yo tengo claro qué me aportan a mí, pero de todas las razones que hay para estudiar estas cosas, yo les hago hincapié en lo necesarias que son estas disciplinas para comprender el mundo en el que viven: las coordenadas de espacio y tiempo, que al fin y al cabo son las que tratan la Geografía y la Historia, nos ayudan a conocer el sitio que ocupamos en el mundo y a comprender de dónde vienen todas nuestras realidades. Que todo eso les puede parecer ajeno y absurdo, pero que muchas de las cosas que estudian tienen que ver con su vida real y que, quieran o no, les afectan.

Por ejemplo, ¿quieres saber por qué tienes a tu lado a un compañero que viene de Ecuador? ¿por qué habla el mismo idioma que tú? ¿quieres entender por qué un señor, por nacer con el apellido Borbón, va a ser "rey" y el Estado Español le va a dar mucha pasta (que vendrá de los impuestos que tú pagues de mayor)? ¿por qué lo que digan unos señores europeos en Bruselas va a repercutir - y mucho - en tu vida? Todo eso es geografía. Todo eso es Historia.

Algunos entienden qué quiero decir, otros no. Yo no llevo mal las preguntas, las protestas... son críos. Es normal. Donde me desarman del todo y me dejan sin respuestas es cuando me dicen que todo eso les da igual. Que para qué quieren saber dónde está Marruecos, si no van a ir nunca. Para qué conocer el tipo de elecciones que hay en España, si ellos no tienen la intención de votar jamás. Que les resbala que haya una guerra en Irak, que media África se esté muriendo de hambre o que la Unión Europea diga "bla". Si ni siquiera les interesa eso, imaginaos lo complicado que me resulta hacer que se interesen por lo que hacían señores de hace cinco siglos, por muy apasionante que yo intente pintarlo.

Y, lo que llevo peor con diferencia, es esa actitud de orgullo con el que exhiben su ignorancia y su cortedad de miras. Esa actitud de "no sirve para nada, no me interesa. Eso que cuentas y a lo que dedicas tu vida es una mierda. Yo quiero jugar a la Play/ irme de compras al Centro Comercial y ya". La tienen conmigo, que enseño Historia, pero también con los profes de lengua, de biología, de matemáticas. El desprecio por los libros, por el Arte, por la Cultura, por las Ciencias... no es algo tan raro, y puede conmigo.

Últimamente esa actitud está más de moda que nunca. Tenemos una perfecta encarnación en la dichosa Belén Esteban, que no sabe nada, no quiere saber nada y se jacta de ello. La mala educación, la zafiedad y la ignorancia puestos en un pedestal día tras día. Todo el mundo la aplaude porque ella es "auténtica" (signifique lo que signifique eso). Conozco a mucha gente a la que le gusta ver a la Esteban y es curioso, porque hay toda clase de personas entre su público. Entre ellos, los que más me llaman la atención son dos tipos: la gente que tiene (o cree que tiene) más educación que ella y la ve como un divertimento, incluso algunos como un consuelo (yo soy mejor que ella), o los que son como ella, que han visto como la ignorancia y la mala educación también te pueden hacer triunfar en la vida y que hay que sentirse orgulloso de ello. Eso me da miedo: que se extienda y que sirva de ejemplo a más bobos, que opinen que el no saber nada es estupendo. Que el presumir de ser zafio e inculto se convierta en políticamente correcto y sea bien visto.

http://www.youtube.com/watch?v=fpgDqZBlszo
"Eh, que yo no quiero ayuda de nadie, que no necesito ayuda, leche" dice la Esteban en un momento de estos cuatro minutos de despropósitos. "Como yo no he pillado esa revolución -la industrial- tres narices me importa"- un argumento que podría haber empleado uno de mis peores alumnos.
En fin... lo grande es que estoy convencida de que la mayor parte del público (y muchos de los de las mesas) no tenían ni idea de que la chica estaba metiendo la zarpa hasta el fondo y más allá y reían y aplaudían porque lo decía el regidor.

Entendedme: yo no critico a la gente que no sabe. Yo no sé mucho de tantísimas cosas... tampoco creo que tenga que ser motivo de vergüenza el no haber estudiado, el no hablar correctamente o el tener lagunas de conocimiento. Lo que me entristece y me da pena es la actitud contraria, la exhibición con orgullo de la ignorancia y el menosprecio a cualquier cosa que huela a sapiencia. Que las autoridades y los dirigentes de muchos medios de comunicación no sean capaces de eliminar este tipo de exhibiciones zafias, groseras y, lo que es peor, incultas e ignorantes. Me duele el desprecio a la educación, en todos sus sentidos. Me duele... y me da una pena que me muero.



lunes, 22 de noviembre de 2010

Cinco millones de mineros

Comienzan tiempos en que se le dan un lugar especial a los sueños, sobre todo al sueño fraterno de un Dios-Padre. Con este artículo nos unimos a todos lo que se suman a no dejarse manipular su esperanza.

De la revista Eclesia. Pepe Laguna

21/10/10.- Tengo a mi familia preocupada. Desde hace cinco días no dejo de sonreír ni de día ni de noche. El médico de cabecera me ha sacado sangre y ha solicitado al laboratorio una analítica de opiáceos, no cree que –como yo le he contado- el desencadenante de mi extraña alegría sea el rescate de los 33 mineros chilenos atrapados en el yacimiento de San José. Coincidiendo con la salida del último de ellos, Luis Urzúa, tuve lo que filósofos y místicos llaman “una experiencia cumbre”. Un momento de inusual clarividencia en el que el mundo se presenta con una coherencia abrumadora. Un instante en el que supe que los cinco millones de niños y niñas que mueren cada año en las minas del hambre y la miseria serán felizmente rescatados antes de que acabe este año.

En ese momento de éxtasis, las lógicas sociales y matemáticas se me mostraron evidentes. Cuando una nación decide plantarle cara al destino y no escatima en medios materiales y humanos, es posible hacerle una cesárea de 700 metros al vientre de la tierra para que 33 vidas vean nuevamente la luz.

El rescate de los mineros ha costado 14 millones de euros, casi medio millón por minero. Según los especialistas en las “minas del hambre”, 167 € bastarían para rescatar a un niño de las garras de la desnutrición; esto es, un 0,033 % de lo que ha “costado” salvar a un minero.

¿Cómo no estar feliz? Sólo falta que un presidente respondiendo al clamor de su pueblo se ponga un casco y decida no moverse de la “mina del hambre” hasta que no salga de la cápsula el último de los niños. Un momento que retransmitirán todas las televisiones del mundo. Un instante en el que el planeta entero se abrazará para festejarlo.

No es un sueño, lo he visto hace una semana en Copiapó. ¡Y mi médico de cabecera quiere volver a sacarme sangre...!

¿Cual es el sentido de mi vida?

No tengo la fuente de este artículo. Su autor me va a disculpar, pero me parecía lo suficientemente elocuente y profundo como para no compartirlo con vosotros. Que lo disfrutéis como yo lo he hecho y que sirva para seguir despertando esa esperanza comprometida. Saludos.

Muchas veces me he preguntado cual es el sentido de mi vida y más aún cómo estoy realizando ese sentido que muchas veces no alcanzo a comprender del todo. Pues bien, viendo hacia atrás, veo que mi vida entera no ha sido más que una larga búsqueda de Dios. En esta búsqueda ha jugado un papel importante la Iglesia católica, una comunidad que se me presenta como un claroscuro o una noche en la que se atisba, pero no termina de despertar la aurora.

Estas reflexiones sobre la Iglesia no nacen del resentimiento ni tan siquiera de una supuesta herida; nacen de un sincero deseo de caminar junto a otros hermanos míos que son católicos y homosexuales y se sienten, nos sentimos perplejos, ante la actitud de la Iglesia católica ante nosotros y nuestros derechos. Una actitud, que en estos últimos meses está alcanzando proporciones verdaderamente escandalosas de empezar a convertirse en una auténtica neurosis obsesiva por parte de algunos miembros importantes de la jerarquía de la Iglesia.
Por eso comienzo diciendo que estas palabras nacen del amor; sí, del amor filial a la Iglesia y al mismo tiempo de la necesidad de compartir, dialogar e incluso discutir. Delante de mi tengo estas palabras de la Escritura que quiero sean la guía del presente escrito: “No obréis por rivalidad ni por ostentación, dejaos guiar por la humildad y considerad siempre superiores a los demás. No busquéis vuestros intereses, sino buscad todos el interés de los demás” (Flp. 2, 2b-4)

Me ha costado siempre mucho comprender la cerrazón de la Iglesia ante nuestra realidad. Una cerrazón que parte de la negativa a un simple acercamiento, a un simple diálogo que nace de la Encarnación en la que Dios se ha hecho hombre dialogando con el hombre.

La Iglesia dice respetarme y condenar toda discriminación, pero me declara pecador si opto por amar y entregarme a alguien de la única manera que puedo hacerlo; pone todos los medios a su alcance para evitar que tenga los mismos derechos que el resto de la humanidad; me declara enfermo, inmaduro e invertido; me niega la posibilidad de ejercer el ministerio pastoral y hasta me dice culpable de intentar destruir la “familia tradicional” y con ello la sociedad de la cual es la base.

Y por si fuera poco, todo esto lo hace en nombre de Dios. Y entonces, yo me pregunto ¿Dios también me rechaza, me condena? Y entonces, pregunté a Dios ¿También Tu me condenas? ¿Por qué me has creado así entonces? Y Dios me presentó una respuesta desconcertante: me presentó la muerte de su Hijo en la Cruz como una respuesta a ese grito que salía del fondo de un corazón que buscaba respuesta en Aquel que era el Único capaz de darla.

He pasado muchos años contemplando esa respuesta enigmática en el silencio de la contemplación de ese Dios crucificado. Y mi grito ante Dios se fue transformando en un sentimiento de compasión: Dios mío, ¿porqué te han crucificado? Y en esa respuesta, en la respuesta a esa pregunta de porqué han crucificado al Dios Encarnado, encontré la respuesta de Por qué los “representantes” de Dios crucifican hoy a tantos hombres y mujeres por el hecho de ser homosexuales.

¿Quién mató a Jesús? La condena de Jesús fue una condena religiosa. Son los representantes de la presencia de Dios los que condenan a Jesús. Dios había sido definido y sigue siendo definido por los poderes religiosos. Pero una religión se convierte en perversión cuando usa el nombre de Dios para sus propios intereses y su propia concepción del mundo y de la estructura social. Dios queda definido por lo que los poderes religiosos dicen de ÉL. Y entonces Jesús quedó definido por los poderes religiosos como alguien que se opone a Dios, pero Dios, ¿Qué Dios?

Según la ley religiosa yo soy un condenado. Pero ¿y para Jesús? La pregunta está en si Dios viene manifestado por Jesús o por los poderes religiosos. Nos encontramos en la lucha entre la verdad de Dios manifestada en su hijo Jesucristo o la verdad de Dios reducida idolátricamente por el poder religioso. Y esto hace que la verdad y la bondad se degraden.

Nos encontramos aquí con un gran problema: hombres que quieren ser buenos, que buscan la voluntad de Dios, y que al mismo tiempo buscan destruirnos contra la voluntad de Dios que nos ha creado así. Este es el gran engaño de Satanás: hacer creer al poder religioso que hace el bien cuando está haciendo el mal. El hombre religioso queda atrapado por el espacio de la rivalidad y la confrontación. Dios se convierte en sus manos en el gran destructor de la fraternidad humana. Estos nuevos fariseos buscan la justicia, pero su justicia, aniquilando a los que creen que son injustos. Esta forma de “santidad” de “justicia” lo que hace es crear un infierno, e infierno es el lugar dónde no está Dios; por tanto, estos poderes religiosos en vez de manifestar al mundo la presencia de Dios, crean espacios de “no-Dios”.

¿Porqué los poderes religiosos (sacerdotes y fariseos) van a acabar con Jesús? Porque Jesús desde el principio va a integrar a todos aquellos que están fuera de la ley, a todos aquellos que desde su justicia los consideraban pecadores. Hay desde el principio una tensión entre la forma de entender la religión y el mundo Jesús y los poderes religiosos. La acción de Jesús fundamentalmente es de reintegración de todos aquellos que los poderes religiosos excluían de Dios y de la sociedad. Jesús invita a su Reino fundamentalmente, aunque no sólo, a aquellos que la religión consideraba condenados por Dios: pecadores, putas, enfermos, publicanos, paganos… hoy somos los homosexuales los que no entramos dentro de la ley religiosa y por eso los poderes religiosos nos excluyen del espacio sacral y lo intentan de la sociedad.

En la vida de Jesús van a aparecer los impíos como píos, y los justos y religiosos como injustos. Hoy como sucedió en tiempos de Jesús son los “justos”, aquellos que se han hecho con el poder de decidir lo que agrada a Dios y lo que no le agrada, dónde está el pecado y lo mismo que en su tiempo condenaron a Jesús por blasfemo, hoy a muchos nos condenan por ir “contra natura” y contra la ley de Dios. Pero hoy como ayer el pecado no está en nosotros sino en los que nos condenan; son esclavos de su propio pecado y no adoran a Dios, sino a la “bestia” (Ap.13). Jesús fue matado por los sacerdotes, pero Jesús no tenía pecado; el pecado estaba en los sacerdotes. Jesús murió por no cumplir la ley, por ser un blasfemo. A nosotros los sacerdotes de hoy nos condenan con las mismas palabras con las que condenaron a Jesús: “nosotros tenemos una ley y según esa ley…” (Jn 19,7)

La condena a la que continuamente nos someten los hombres de Iglesia, y por la que declaran que nuestra vida no es grata a los ojos de Dios, es un signo claro de que no han aceptado la palabra última de Dios manifestada en Cristo Jesús. La condena y la persecución a la que continuamente nos vemos sometidos por las Iglesias cristianas son un portazo en las narices de Dios dado por aquellos mismos que dicen ser sus representantes: “Vino a los suyos, y los suyos no lo recibieron” (Jn 1,11)

La Iglesia nos dice en nombre de Dios, que si vivimos como lo que somos: hombres y mujeres homosexuales estamos en enemistad con Dios. Y nos dicen: no es que nosotros lo digamos, sino que es la voluntad de Dios. De nuevo, la frase con la que condenaron a Jesús, se repite; es como si dijeran excusándose; nosotros somos buenos, pero “nosotros tenemos una ley que es dada por Dios, y según esa ley….”(Jn.19,7). Pero la Palabra definitiva de Dios es Jesús, Palabra que los sacerdotes de ayer y de hoy no pudieron aceptar y por eso lo llevaron a la muerte por blasfemo. Jesús, murió condenado y nosotros somos condenados, por una visión satánica que tienen los sacerdotes de ayer y de hoy de Dios. UN Dios que sólo sirve a sus intereses, un Dios que condena con su ley y que siembra la historia de victimas, que convierte la existencia humana de muchos hombres y mujeres en un infierno, despojándolos de su dignidad social; un dios falso que es humillación del hombre y que los sacerdotes de ayer y de hoy usan para expulsarnos a algunos del mundo humano.

Pero Jesús ha entrado en Aquel lugar donde los hombres se creían alejados de Dios, condenados por sus representantes. Jesús, condenado como blasfemo, invitó e invita a los sacerdotes, a todos los poderes religiosos, a hacer de su vida no una condena para los demás, sino a ser dadores de vida desde la verdad de Dios. Jesús está ya para siempre unidos a todos aquellos hombres y mujeres homosexuales que a lo largo de tantos siglos hemos sido condenados por está visión satánica de Dios, que muchas veces ha mostrado la Iglesia, todas las Iglesias.

La muerte de Jesús, el Justo condenado por aquellos que se creían portadores de la verdad de Dios se convierte para nosotros hoy en Aquel que nos da vida; como a la adúltera, nos hace sabernos amados por Dios, como al publicanos nos hace llamados a seguirle; como a Zaqueo nos hace sentir la mirada acogedora del Padre.

¿Qué dice el Crucificado a la Iglesia? “Ponte detrás de mi, Satanás, que piensas como los hombres y no como Dios” (Mc, 8,33). “Ponte detrás de mi” es decirle que vuelva al seguimiento, a seguir la vida y las enseñanzas de Jesús, siguiendo sus pasos, sus acciones y sobretodo una llamada a convertirse al Dios de Jesús.

jueves, 28 de octubre de 2010

Estoy harta

A los amordazados, a los afónicos, a los adormecidos... a los hartos artistas de la vida que no se conforman con Belén Esteban. A mi amiga Eva en especial.


miércoles, 8 de septiembre de 2010

La insumisión en la Iglesia

Joxe Arregi: Defensa de la insumisión en la Iglesia
03.09.10 - 02:51 - elcorreo.com
JUAN JOSÉ TAMAYO
DIRECTOR DE LA CATEDRA IGNACIO ELLACURÍA DE LA UNIVERSIDAD CARLOS III

La jerarquía católica suele comportarse de manera inmisericorde con quienes disienten de la línea oficial y lo hacen públicamente. No se atiene a razones ni humanas ni divinas. Menos aún a razones evangélicas, que son las que más le duelen y las que menos soporta porque le recuerdan su gran distanciamiento del cristianismo de los orígenes. El Papa y los obispos no aguantan la más mínima crítica, por moderada que sea. Y mucho menos la que les hacemos desde dentro en nombre de Jesús de Nazaret. Una crítica que, por lo demás, no busca derrocarlos, sino sólo hacerles ver que no caminan por la senda del Evangelio. Muchas hemos sido las personas que hemos experimentado en nuestra propia carne el trato inmisericorde de la jerarquía.
Ahora lo está sufriendo el teólogo Joxe Arregi, a quien se le impuso silencio en determinadas condiciones. A los tres votos de religioso aceptó sumar un cuarto: el del silencio, que cumplió escrupulosamente. ¿Silencio por qué? Por haber revelado actuaciones detectivescas de monseñor Munilla cuando era sacerdote en la diócesis de San Sebastián y por haber expresado públicamente su desacuerdo con la orientación pastoral de monseñor Munilla, cuando fue nombrado obispo. Desacuerdo no en solitario y de francotirador, sino que se sumaba al de numerosos creyentes de la Iglesia española y al de casi cien sacerdotes diocesanos para quienes Munilla «en modo alguno es la persona idónea para desempeñar el cargo (de obispo)».
Arregi rompió el silencio al derogar el obispo las condiciones que lo justificaban y escribió la carta 'Tomo la palabra' en clave de denuncia profética. Hace dos días ha vuelto a escribir una nueva carta en la que anuncia que va «a dejar la orden franciscana que ha dado enteramente forma a mi ser».
Lo que demuestra este comportamiento de la jerarquía es que en la Iglesia católica imperan la censura, el pensamiento único y el autoritarismo, se impone la obediencia ciega, no se permiten el disenso y la insumisión, ¡y falta piedad! Lo dice en su carta Arregi: «En la Iglesia que tenemos no hay lugar para insumisos. Y yo lo sabía. Tampoco hay lugar para insumisos en la orden franciscana que tenemos». En similares términos se había expresado dieciocho años antes su hermano franciscano Leonardo Boff en un trance parecido: «El poder doctrinal (en la Iglesia católica) es cruel y sin piedad. No olvida nada, no perdona nada, exige todo. Y para alcanzar su fin, se toma el tiempo necesario y elige los medios oportunos. Actúa directamente o usa instancias intermedias u obliga a los propios hermanos de la orden franciscana a cumplir una función que compete, por Derecho Canónico, sólo a quien tiene autoridad doctrinal».
El Papa y los obispos se ensañan de manera especial con cristianos y cristianas de conducta intachable y vida evangélica ejemplar. Durante los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI se cuentan por cientos los represaliados: teólogos, teólogas, biblistas, moralistas, obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas, catequistas, líderes de comunidades, formadores de seminarios, directores de revistas religiosas, en la mayoría de los casos personas dedicadas íntegra y desinteresadamente al servicio de la Iglesia. Contra ellos utilizan todos los medios a su alcance: empiezan por someter sus escritos a censura, luego les imponen silencio, les prohíben escribir, les retiran de las cátedras, les destituyen de sus cargos de responsabilidad. Y no contentos con esas sanciones, al final les exigen, bajo presiones a sus superiores, abandonar la orden o congregación a la que pertenecen. Decisión que se ven obligados a tomar los afectados para preservar su salud física, psíquica, mental y evangélica. «Tengo la impresión de haber llegado ante un muro -decía Boff en 1992 cuando anunció su abandono de la orden franciscana-. No puedo avanzar ni un paso más. Retroceder implicaría sacrificar la propia dignidad y la libertad de la persona». Y Arregi: «Tomé la palabra (…) porque ya pasaron los tiempos en que la libertad de palabra pudiera ser impedida en la Iglesia de Jesús con pretextos de dogmas y magisterios».
Esos procedimientos se utilizan tanto contra hombres como contra mujeres, siendo el caso de éstas más doloroso por el clima de ocultamiento con que se llevan a cabo y, a veces, con el silencio de los medios de comunicación, que no conceden especial relevancia a la marginación que sufren las mujeres en la Iglesia católica en general y en las congregaciones religiosas en particular.
En la mayoría de los casos el abandono de la vida religiosa no significa cambiar de estilo de vida. Todo lo contrario, se comprometen a seguir viviendo la opción por los pobres con más radicalidad evangélica. Fue el caso de Boff: «Yo he cambiado. No de batalla, sino de trinchera. Dejo el ministerio presbiteral, pero no la Iglesia. Me alejo de la orden franciscana, pero no del sueño tierno y fraterno de San Francisco de Asís». Lo es ahora el de Joxe Arregi: «Quiero seguir siendo discípulo de Jesús de Nazaret, el hombre bueno y libre (…). Quiero seguir siendo franciscano, un simple franciscano sin hábito».
Si se valoran los éxitos y las derrotas desde el poder, al final, en la Iglesia siempre gana la jerarquía. Pero no nos llevemos a engaño. El triunfo es sólo aparente. En el caso de Arregi han ganado el Evangelio, la libertad, la esperanza y la insumisión. Con comportamientos tan represivos, la jerarquía se va quedando cada vez más sola, más aislada, más cerrada y pierde credibilidad, mientras que el teólogo vasco va a contar con la compañía de los movimientos cristianos de base, con la solidaridad de los colegas y con el reconocimiento de los hombres y mujeres que luchan por la libertad de conciencia y por una sociedad libre de dominación, sea ésta patriarcal, religiosa, política, militar o económica

jueves, 15 de julio de 2010

Quince días

El personaje de un libro que quiere colarse en tu vida cuando la suya no es más que el rescate de un naufragio. Pero la magia cuenta, eso decía, y las búsquedas cabalísticas y los guiños a la técnica y a sus trampas. De nuevo, todo eso en cóctel aderezado con las búsquedas mutuas de vidas que se sueñan mejores, sin saber bien en qué consistirán. Con esa tintura se pretende pintar y pintar sobre la pantalla ilusoria de oxígeno, nitrógeno, argón y deseos... Un número escrito con letras y la rapidez de lo cotidiano que se introduce con naturalidad en algo que era absolutamente distinto. Eras tú el que esperé durante siglos.
Hasta las letras se movían solas para escribir mi nombre en la cocina. Historias y cuentos, canciones y suavidad.
Un personaje sereno que hace serena la estancia que nos envuelve, el hogar recién nacido al que le puse algo de vida.
Pero pronto noté ese movimiento ácido de las vísceras del corazón e intuiciones a las que no se le ponen palabras.
Faltaba enlazar otras cosas y mis brazos y piernas no tuvieron más remedio que inventarse una danza para bailarla. Incluso cuando lo hice acompañado me sentí más solo que nunca. Y los dedos fueron torpes y faltaron tantos besos... O quizás sobraron. Cuando comienza la demanda se evapora el futuro, aunque éste sea inventado.
¿En qué consiste la química? Me regaló un marco precioso y me quedé tratando de contemplar el cuadro que le diera vida, durante horas pero solo había papel marrón.
Y uno se queda con el aire en los pulmones y un montón de preguntas. A los dioses, a los astros, a los ancestros, a los espíritus en los que él creía... ¿Dónde se quedan los deseos, quien inventó lo previo, quien dispuso el anticipo...? Y nadie contesta.
Luego, unos días, la supervivencia...

miércoles, 7 de julio de 2010

Un simple sacerdote

Una carta del Padre Martín Lasarte, salesiano, desde Angola , África.



Hace más ruido un árbol que cae que un bosque que crece.

No pretendo hacer una apología ni de la Iglesia ni de los sacerdotes.

El sacerdote no es ni un héroe ni un neurótico.
Es un simple hombre, que con su humanidad busca seguir a Jesús y servir sus
hermanos.
Soy un simple sacerdote católico uruguayo que hace 20 años vivo en Angola .
Me siento feliz y orgulloso de mi vocación.


Me da un gran dolor por el profundo mal que sacerdotes que deberían de ser
señales del amor de Dios, sean un puñal en la vida de inocentes.
No hay palabra que justifique tales actos.

Veo en muchos medios de información, la ampliación del tema en forma
morbosa, investigando en detalles la vida de algún sacerdote pedófilo.

Así aparece uno de una ciudad de USA, de la década del 70, otro en Australia
de los años 80 y así de frente, otros casos más recientes…

¡Es curiosa la poca noticia y desinterés por miles y miles de sacerdotes que
se consumen por millones de niños, por los adolescentes y los más
desfavorecidos en los cuatro ángulos del mundo!

Pienso que a los medios de información no les interesa que yo haya tenido
que transportar por caminos minados en el año 2002, a muchos niños
desnutridos desde Cangumbe a Lwena ( Angola ), pues ni el gobierno se
disponía y las ONG’s no estaban autorizadas.

No ha sido noticia que haya tenido que enterrar decenas de pequeños
fallecidos entre los desplazados de guerra y los que han retornado; que le
hayamos salvado la vida a miles de personas en Moxico mediante el único
puesto médico en 90.000 km2, así como con la distribución de alimentos y
semillas; que hayamos dado la oportunidad de educación en estos 10 años y
escuelas a más de 110.000 niños...

No es de interés que con otros sacerdotes hayamos tenido que socorrer la
crisis humanitaria de cerca de 15.000 personas en los acuartelamientos de la
guerrilla, después de su rendición, porque no llegaban los alimentos del
Gobierno y la ONU.

No es noticia que un sacerdote de 75 años, el P. Roberto, por las noches
recorra la ciudad de Luanda curando a los chicos de la calle, llevándolos a
una casa de acogida, para que se desintoxiquen de la gasolina; que
alfabeticen cientos de presos; que otros sacerdotes, como P. Stefano, tengan
hogares transitorios para los chicos que son golpeados, maltratados y hasta
violados y buscan un refugio.

Tampoco que Fray Maiato con sus 80 años, pase casa por casa confortando los
enfermos y desesperados.

No es noticia que más de 60.000 de los 400.000 sacerdotes, y religiosos
hayan dejado su tierra y su familia para servir a sus hermanos en una
leprosería, en hospitales, campos de refugiados, orfanatos para niños
acusados de hechiceros o huérfanos de padres que fallecieron con Sida, en
escuelas para los más pobres, en centros de formación profesional, en
centros de atención a cero positivos… o en parroquias y misiones dando
motivaciones a la gente para vivir y amar.

No es noticia que mi amigo, el P. Marcos Aurelio, por salvar a unos jóvenes
durante la guerra en Angola, lo hayan transportado de Kalulo a Dondo y
volviendo a su misión haya sido ametrallado en el camino; que el hermano
Francisco, con cinco señoras catequistas, por ir a ayudar a las áreas
rurales más recónditas hayan muerto en un asalto en la calle; que decenas de
misioneros en Angola hayan muerto por falta de socorro sanitario, por una
simple malaria; que otros hayan saltado por los aires, a causa de una mina,
visitando a su gente.

En el cementerio de Kalulo están las tumbas de los primeros sacerdotes que
llegaron a la región… Ninguno pasa los 40 años.

No es noticia acompañar la vida de un Sacerdote “normal” en su día a día, en
sus dificultades y alegrías consumiendo sin ruido su vida a favor de la
comunidad que sirve.

La verdad es que no procuramos ser noticia, sino simplemente llevar la Buena
Noticia , esa noticia que sin ruido comenzó en la noche de Pascua.

Hace más ruido un árbol que cae que un bosque que crece.

No pretendo hacer una apología ni de la Iglesia ni de los sacerdotes.

El sacerdote no es ni un héroe ni un neurótico.

Es un simple hombre, que con su humanidad busca seguir a Jesús y servir sus
hermanos.

P. Martín Lasarte, salesiano, en Angola , África.

martes, 1 de junio de 2010

Flor del desierto

Por si se os antoja verla



No tienen manos que los acaricien

En una exposición de fotos descubrí una que representaba un grupo de seminaristas, de los de antes, con sotana incluida, jugando en un patio de lo que podría ser su seminario o casa de formación. La foto sólo recogía un corro cerrado por sus misma manos, es decir, todos se agarraban unos a otros la manos cerrando un círculo. Y la foto se llamaba así: "No tienen manos que los acaricien". Me provocó una profunda tristeza.
Aquí os dejo esto que me mandó un amigo cura.



ESPOSAS DE CURAS CATOLICOS
ESCRIBEN AL PAPA

17 de mayo de 2010

Al Papa Benedicto XVI:

Quién escribe es un grupo de mujeres, de todas las partes de Italia, que han vivido o viven todavía ahora la experiencia de una relación con un sacerdote o un religioso. Estamos acostumbradas a vivir en el anonimato esos pocos momentos que el sacerdote logra otorgarnos y vivimos diariamente las dudas, los temores y las inseguridades de nuestros hombres, supliendo sus carencias efectivas y sufriendo las consecuencias de la obligación al celibato.

La nuestra es una voz que ya no puede seguir siendo ignorada, a partir del momento en que escuchamos que se reafirma la sacralidad de lo que no tiene nada de sagrado, de una ley que se conserva sin atender a los derechos fundamentales de las personas. Nos hiere el desprecio con que desde hace siglos y en declaraciones recientes se trata de silenciar el grito de hombres y mujeres que sufren en el sudario ya rasgado del celibato obligatorio.

Intentamos reafirmar –aunque ya gran parte de los cristianos lo sepa– que esta disciplina no tiene nada a que ver ni con las escrituras en general, ni con los Evangelios en particular, ni con Jesús, que de ello jamás habló.
Todo lo contrario. En cuanto podemos saber, a Él le gustaba rodearse de discípulos, casi todos casados, y de mujeres.

Nos diréis que también Jesús vivió soltero y el sacerdote simplemente se configura a Él con su elección. Está bien, una elección. Pero una norma no puede ser nunca una elección, si no es forzando su sentido. Si además se la define como carisma, no puede por tanto ser impuesta ni exigida, mucho menos por el Señor, que nos ha querido libres, porque el amor es libertad, desde siempre.

¿Es, por lo tanto, razonable pensar que Él pretendiera negar ciertas expresiones de amor y libertad a algunos de sus discípulos?

Son bien sabidas comúnmente las razones que, con el tiempo, impulsaron a la jerarquía eclesiástica a introducir esta disciplina en el mismo sistema jurídico canónico: el interés y la conveniencia económica. Después, a lo largo de los siglos, todo ha sido adobado con una cierta dosis de misoginia y de hostilidad hacia el cuerpo, las pulsiones psicológicas y sus exigencias primarias.

Es por tanto una ley “humana”, en el sentido amplio del término. Y hay que partir de esta evidencia, para preguntarse si, como en todas las leyes humanas, en un cierto momento histórico, no será necesario volverla a plantear y modificar o incluso, cómo deseamos, a eliminarla del todo.

Para hacer esto, es necesaria mucha humildad y mucho valor para desligarse de las lógicas del poder y descender con sinceridad al mundo de los hombres al que, guste o no, también pertenece el sacerdote.

Citamos a Eugen Drewermann (“Clérigos. Psicodrama de un ideal”, Trotta, 1995).

“Se neutraliza toda la esfera de los sentimientos humanos a favor de la decisión del poder. De todo la gama de posibles relaciones humanas sobrevive sólo un tipo de relación: la que corresponde al orden y la sumisión, el ritual del amo y el siervo, la abstracción y la reducción de la vida al formalismo de la observancia de determinadas instrucciones”.

No es un asunto de tener más tiempo para dedicarlo a los otros, como expresa la más repetida entre las innumerables frases que utilizan los que afirman que el clérigo no debe y no puede tener una compañera, sino más bien el rechazo de la idea de que él pueda disfrutar de una presencia sentimental más íntima y personal.

De hecho, continúa Drewermann,:

“La identificación obligatoria con el papel profesional no le permite vivir como persona y no le queda otra posibilidad que fingir el calor humano, la cercanía emocional, la comprensión pastoral, la empatía, haciendo simulaciones, en vez de vivirlo de manera auténtica”.

Según esta visión institucionalizada, el sacerdote se realiza en su ministerio, a través del orden sagrado, sólo como soltero y para toda la vida. Pero la decisión presumiblemente libre de un joven, entusiasta de la gran propuesta que piensa haber recibido, no presupone que su profunda adhesión al mensaje de Jesús no pueda crecer, madurar, cambiar e incluso se exprese mejor, en un cierto punto, a través de un presbiterado casado.

Simplemente es esto lo que sucede, lo que no se está en condiciones de ver ni de valorar plenamente.

Una elección de este tipo no puede ser inmutable, y no se trata ni de una traición ni, mucho menos, de una caída o una infracción, porque el amor no va en contra del amor. Y el sacerdote, como cualquier ser humano, tiene necesidad de vivir con sus semejantes, de experimentar sentimientos, de amar y de ser amado y también de confrontarse profundamente con el otro, cosa que difícilmente está dispuesto a hacer por el temor de exponerse al peligro.

Esto es lo que estamos viviendo. Y como si este sistema eclesiástico, con sus reglas, lograra aprisionar la parte más sana de todos nosotros.
¿Qué sucede, de hecho, si el sacerdote se enamora? Puede escoger:

1. Sacrificar las propias exigencias y los propios sentimientos, así como los de la mujer, a favor de un “bien más grande” (¿cuál?)

2. Vivir la historia en clandestinidad, con la ayuda y la complicidad de los mismos superiores a veces; es suficiente que no se llegue a saber y que no se dejen vestigios (es decir, hijos)

3. Colgar la sotana, expresión usual que define la elección de alguien que no puede más, es decir, de un traidor.

Cada una de estas opciones les provoca un dolor grande a las personas implicadas, que, vayan las cosas como vayan, tienen mucho que perder.

¿Y cuáles son las opciones de la mujer?

1. Inmolar las propias exigencias y los propios sentimientos a favor de “un bien más grande” (en este caso, el bien del sacerdote)

2. Aceptar vivir la historia en secreto, pasando el resto de su vida a la espera de que el sacerdote pueda dedicarle algún pellizco de su tiempo, momentos robados, sacrificando el sueño de una historia junto a un hombre “normal”

3. Soportar el peso de quien obligó al sacerdote a “colgar la sotana”, aparte de compartir el peso de su presunto “fracaso”. Un sacerdote que se sale es considerado como “quien no logró llevar adelante la gran renuncia necesaria”, y por lo tanto es de algún modo marginado. Y esto es una cosa difícil de soportar, para alguien que está convencido de ser “un escogido, uno que recibió una llamada especial”, un alter Christus, que con un gesto y unas palabras consagra, transforma la naturaleza de las cosas… perdona y salva.

¿Es posible renunciar a todo esto? ¿Y para qué? Para una vida normal de la pareja, que suena a asunto banal en comparación con los poderes que el “funcionario de Dios” puede ejercer a través del orden sagrado.

Y, sin embargo, una de las frases más recurrente de los sacerdotes a sus “compañeras”, lo resume en pocas palabras: “te necesito para ser lo que soy“, es decir, un sacerdote.

¡No se asombre, Santidad! Para lograr ser testigos efectivos de la necesidad del amor tienen necesidad de personificarlo y vivirlo plenamente, de la forma que su naturaleza lo exige. ¿Es una naturaleza enferma? ¿Trasgresora?

Si se entiende bien, esta expresión manifiesta la urgencia de ser también parte de un mundo a dos, de poder ejercitar ese derecho natural y fundamental de quien a menudo la iglesia institucional habla en solemnísimas encíclicas, reservado por supuesto únicamente a los laicos, y negado a los clérigos, que llegan a ser tan sobrenaturales, tan separados de todos los otros, que no logran ni distinguir lo que les rodea.

¿Pero es posible que Usted no logre ver que el sacerdote es un ser dolorosamente solo? Tiene un montón de cosas que hacer, que le llenan el día y le vacían el corazón. A menudo ni se da cuenta de ello, aprisionado como está de las liturgias y de los deberes de su oficio.

Y puede suceder que entre sus conocidos haya una persona especial que parece, ya desde la primera mirada, hecha expresamente para calentarle el corazón, completando y enriqueciendo también el ministerio. Y esto es simplemente lo que sucede frecuentemente.

Pero la disciplina eclesiástica le dice “No, tú has sido escogido para algo mucho más grande”. Y se siente culpable, porque no es capaz de imaginar algo más grande de lo que está experimentando. Y se fía de la obediencia que ha prometido, pensando que representa la voluntad de Dios, su plan para él y para los que son como él. El heroico célibe vuelve por lo tanto al estrado de una institución que lo pretende así y que incluso ha dispuesto ya una promoción a cambio de la necesaria separación.

¿Y toda esta ruina en nombre de qué amor?

Lo que hace ocultar, lo que hace renunciar, lo que hace mal, no es el amor del Padre. Citamos finalmente una conclusión de Drewermann:

“El Dios de quien hablaba Jesús quiere precisamente lo que la Iglesia católica hoy teme más que nada: una vida humana libre, feliz y madura, que no nace de la angustia, sino de la confianza obediente y que es liberado de las limitaciones de la tiranía de una teología tradicional que prefiere buscar la verdad de Dios en las escrituras sagradas antes que en la santidad de la vida humana”.


Antonella Carisio,
Maria Gracia Filippucci,
Stefania Salomone… junto a otras,
también en nombre de todos quienes sufren a causa de esta ley injusta.

jueves, 6 de mayo de 2010

Al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver

¿Y cómo hacer cuando no quedan islas para naufragar?... Una combinación espectacular entre el genio de la la letra, Sabina y una interpretación magnífica de Ána Belén. Os dejo la palabra escrita también para mayor recreo.







Se llamaba Alain Delon
el viajero que quiso enseñarme a besar
en la Gare d`Austerlitz.
Primavera de un amor,
amarillo y fugaz como el sol
del veranillo de San Martín.

Hay quien dice que fui yo
la primera en olvidar,
cuando en un si bemol de Jacques Brel
me perdí "dans le port d`Amsterdam."

En la fatua Nueva York
da más sombra que los limoneros
la Estatua de la Libertad.

Pero en Desolation Row,
las sirenas de los petroleros,
no dejan reír ni volar.

Y en el coro de Babel,
desafina un español.
No hay más ley que la ley del tesoro
en las minas del rey Salomón.

Desafiando el oleaje
sin timón ni timonel,
por mis sueños va ligero de equipaje
sobre un cascarón de nuez.

Mi corazón de viaje,
luciendo los tatuajes
de un pasado bucanero
de un velero al abordaje,
de un no te quiero querer.

Y cómo huir
cuando no quedan islas para naufragar
al país donde los sabios
se retiran del agravio
de buscar labios
que sacan de quicio.

Mentiras que ganan juicios tan sumarios
que envilecen el cristal de los acuarios
de los peces de ciudad,
que perdieron las agallas
en un banco de morralla
que nadan por no llorar.

El Dorado era un champú,
la virtud unos brazos en cruz,
el pecado una página web.

En Macondo comprendí
que al lugar donde has sido feliz
no debieras tratar de volver.

Cuando en vuelo regular,
surqué el cielo de Madrid,
me esperaban dos pies en el suelo
que no se acordaban de mí.

Desafiando el oleaje
sin timón ni timonel
por mis sueños va ligero de equipaje
sobre un cascarón de nuez.

Mi corazón de viaje,
luciendo los tatuajes
de un pasado bucanero
de un velero al abordaje,
de un no te quiero querer.

Y cómo huir
cuando no quedan islas para naufragar
al país donde los sabios
se retiran del agravio
de buscar labios
que sacan de quicio.

Mentiras que ganan juicios tan sumarios
que envilecen el cristal de los acuarios
de los peces de ciudad,
que perdieron las agallas
en un banco de morralla.
en una playa sin mar.

martes, 13 de abril de 2010

Going to a town

Creo que ésta no estaba, aunque sí entre mis favoritas. Desde aquellas noches de desvelo más allá de la metáfora. Rufus...


Dance me...

Definitivamente, esta es mejor. Gracias por habérmelo hecho ver, gracias por amar así. Bailala siempre.



miércoles, 17 de febrero de 2010

El triunfo del amor

De la revista solidaridad.net

Marguérite Barankitse, la burundesa que ha hecho de la integración entre hutus y tutsis una auténtica cruzada contra el odio, pasó por Madrid los días 31 de enero y 1 de febrero pasados. Vino a recoger el Premio Mundo Negro a la Fraternidad 2008 que le entregó esta revista en el XXI Encuentro de Antropología y Misión


Al recibir el galardón, Maggy no leyó nada sino que todo lo que dijo le salió del corazón. Lo que sigue a continuación es la transcripción de sus palabras, un testimonio vivo y excepcional que no tiene desperdicio.

*********



Doy las gracias a los misioneros combonianos por haber tenido la valentía de invitar a una loca. En Burundi, la gente me llama “Maggy, la buldózer”, porque no saben cómo catalogarme. Cuando empecé este trabajo, mis hermanos tutsis me trataron como una traidora. Los hutus, mis hermanos en el bautismo, creyeron que era una espía. Y los occidentales dijeron que yo era una utópica. Quince años después, habéis visto en lo que me he convertido.

No vengo a contaros la miseria de África. Esto ya lo veis en la televisión. Os pido un favor: Dejad de llorar por África. Pido también a mis hermanos africanos que dejen de presentarse como eternas víctimas. Porque mi convicción es que todos somos creados por el amor de Dios, somos hermanos, príncipes y princesas. Somos hijos de Dios, ciudadanos del mundo, del paraíso. Debemos irradiar la gloria de Dios. Es la única vocación humana y por lo que he venido aquí. Me enfado cada vez que veo a mis hermanos con cara triste porque pierden su vocación de príncipes y princesas.

Si yo no fuera cristiana, me habría suicidado. Conocéis lo que pasó en Burundi. Ahora tengo 53 años y cuando tenía seis el país sufrió una guerra fratricida. Nunca he visto un país en donde se mata sin miedo. Es el único país en el que han matado al príncipe, en 1961, al primer ministro, en 1965, los tutsis mataron a sus hermanos hutus en 1972, en 1988 volvieron a matar, en 1993 se mataron mutuamente, fue una crisis que no tiene nombre.

Soy tutsi, en mi familia he perdido a 62 personas, entre tíos, tías, primos y primas. Sin embargo, nunca he querido ver en mi hermano hutu a un criminal. Porque el bautismo que he recibido me ha convertido en hija de Dios y hermana de todo el mundo. Lo que hago es por estar convencida de que pertenezco a una familia grande y muy noble. Pero mi familia biológica no lo entendió.

Cuando perdí a los 62 familiares, quise crear una nueva generación. Intenté huir, en el camino protegí a los hutus con los que me encontraba y que estaban en peligro. Los escondí en el obispado, pero mis hermanos de sangre vinieron para asesinarlos. Me ataron y los mataron a todos delante de mí. Asesinaron a 72 personas ante mis ojos. Ante esto, me pregunté si tenía que suicidarme. Había perdido a mi familia biológica (los hutus habían asesinado a mi familia tutsi) y los tutsis mataron a mis hermanos hutus en el bautismo.

Rechazo social

El 24 de octubre de 1994 fui a la capilla y dije al Señor: “Tú no eres el Dios amor”. Mientras lloraba, oí la voz de los siete niños que había adoptado, que me dijo: “Sí que es un Dios amor. Estamos aquí todos salvados milagrosamente”. Estaban en la sacristía. Ese día comprendí la alegría de la fe que no engaña. Eran cuatro niños hutus y tres tutsis que yo había adoptado, pero no tenía dónde meterlos. Los hutus no querían saber nada de mí y los tutsis rechazaron a mis niños hutus. Huimos porque éramos rechazados por la sociedad burundesa.

Fuimos acogidos por un cooperante alemán, pero también su país le pidió que regresara. Y me quedé sola con esos niños, sin dinero, sin casa. Finalmente, me dirigí al obispo. Pensaba que la guerra iba a acabar pronto, como en años anteriores. Empecé con 25 niños, siete meses después eran 300, dos años más tarde eran 4.000. Una década después es una multitud de niños. Porque la guerra duró demasiado tiempo.

Me negaba a sentirme amargada. Me dije: “Señor, me has dado estos niños, enséñame a educarlos con amor”. Podéis daros cuenta de que estos niños han hecho de mí una reina. Han crecido, algunos son médicos, políticos... hasta soy abuela de más de 50 nietos. Todo esto es motivo suficiente para no llorar a causa de la guerra. Si cada uno de vosotros se pusiera de pie, seríamos capaces de cambiar la faz de la tierra. Porque si uno cree, es capaz de desplazar el odio y el miedo y puede ser el dueño del mundo.

Un día, un periodista francés llegó a nuestra casa y preguntó a uno de los niños de qué etnia era. El niño lo miró y le dijo: “¿No lo sabes? Somos hutsi-twa-hutu-tutsi-congo-nzungu”. Creo que podemos crear la nueva etnia de los hijos de Dios.

Siempre era un niño el que me enseñaba a no tener miedo. Un día caí en una emboscada que me habían tendido los rebeldes. Rodearon el coche en el que íbamos. Un rebelde me dijo: “Nos insultas todos los días, te vamos a quemar con tus niños”. Entonces, un niño que miraba a los rebeldes a través de la ventanilla preguntó a uno si era padre. El rebelde le contestó que sí. “¿Le gustan los niños?”, volvió a preguntar el menor. “Sí”, contestó el rebelde. “¿Aun así quiere quemar a los niños?”. “Sois como vuestra madre”, dijo incómodo el rebelde, que nos obligó a bajar del coche y después lo quemaron.

Como podéis ver, los niños tienen una confianza enorme en la Providencia. Pero nosotros, los adultos, sobre todo vosotros los occidentales, queréis comprobarlo todo. Queréis controlarlo todo en el mundo y esto os provoca el estrés. Y por esto hay guerras. Cuando hay una guerra en África, somos todos los que tenemos que compartir la responsabilidad. ¿Por qué hay guerra en Congo? Congo sufre porque es rico y todo el mundo quiere sus recursos. No hay quien tenga el valor de decir: “¡Parad la masacre!”. Ni siquiera los cristianos.

Guerra política, no étnica

En Burundi, ¿por qué sufrimos? Porque es un pequeño país por el que todo el mundo quiere pasar para entrar en Congo. Para justificarse, inventan que hay una guerra étnica en Burundi, pero esta guerra entre tutsis y hutus es política. Pienso que hay una culpa y la tenemos que compartir todos. Leí en un libro escrito por un misionero que los tutsis eran altos y tan guapos que no merecían ser negros. ¿Os dais cuenta? Entonces el tutsi se creyó con el derecho de dirigir y oprimir al hutu. Es absurdo, porque también hay tutsis bajitos y feos. Todo esto es una estupidez. Siempre pido a mis niños que sean felices, porque somos creados a imagen de Dios. Cuando me preguntan cómo es que he perdonado a las personas que mataron a mis familiares, suelo contestar que el criminal también fue salvado.

Un día fui a la cárcel, donde voy todos los domingos para visitar a los reclusos. Mientras repartía la comida a los presos, oí que me llamaba uno que estaba en una celda de aislamiento. Los funcionarios de la prisión me dijeron que no me lo podían presentar. Pero insistí para que me lo acercaran. Me dijeron que era la persona que quemó a mis tías. Entonces les dije: “Precisamente a éste es al que quiero ver”. Porque Jesús en la cruz, cuando el buen ladrón le pidió que pensara en él al llegar al paraíso, le contestó: “Esta misma tarde estarás conmigo”. ¿Acaso somos capaces de decir lo mismo a las personas que han asesinado a miembros de nuestra familia? Entonces cogí a esta persona y la lavé. Y me preguntó: “Maggy, ¿por qué haces todo esto?”. Le contesté: “Porque creo en el hombre”.

El que hoy es criminal podrá hacer cosas maravillosas mañana, ya que Dios lo ha salvado. Y la imagen de Dios nunca se nos quita. Somos nosotros los que hacemos que nuestros hermanos se convierten en malos. Si cada vez que nos encontramos con nuestros hermanos vemos en ellos la imagen de Dios, el mundo cambiaría, sería un paraíso. Esta persona, este criminal, se ha convertido en mi hermano. Le he dado trabajo y hoy es un digno padre de familia que un día me dijo: “Tu perdón me ha resucitado y me ha dado también la dignidad”.

El amor siempre triunfa

Una última anécdota. Mi chófer es un ex niño soldado. Un día viajaba a Tanzania cuando me encontré por el camino en mitad de la selva con un joven de 17 años con un arma. Me obligó a detener el coche y pidió que me arrodillara. Entonces le dije: “No, hijo mío, ninguna madre en el mundo se arrodilla delante de su hijo, menos aún cuando tiene un arma”. Y añadí: “Vete a preguntar a la persona que te dio el arma dónde están sus hijos. Están estudiando en el extranjero, quizás en Bruselas, Montreal o en París”. Le miré y vi que estaba llorando. Le dije: “Tira este arma y ven conmigo, te voy a dar una identidad, una dignidad, y serás mi chófer”. Hace diez años que es mi chófer, es padre de familia, está casado y tiene dos hijos.

He venido a dar testimonio de que el amor siempre triunfa. No hay nada que pueda impedir que amemos. Recuperemos nuestra identidad de hijos de Dios y triunfará la alegría en todo el mundo. Porque los hay que mueren por exceso de comida mientras otros mueren por falta de alimento. Lo que mata a algunos podría salvar a otros.



Autor: Solidaridad.net- Fecha: 2010-01-26

martes, 16 de febrero de 2010

Diez gotas de jabón

Escrito en julio del 2003 en la casa gris más allá del puente.

Su suavidad. El deslizamiento sin asperezas de una mano sobre otra. Su fragancia dulce, pura, sin mezclas. Su color, como bronce fundido, transparente. El placer de lo sencillo, lo cotidiano, vivido en su esencia, extrayéndole su jugo, el jugo de lo divino. La discreta espuma que no desentona...

La música

Escrito en julio del 2003 en Taizé.

La música...
El descanso de Dios. Su contemplación admirada de la obra de sus manos. El deleite del Creador. Su confirmación de que todas las cosas eran buenas. La lengua de los ángeles. Los latidos de la creación. La paz del corazón. con ella se acabó la confusión de Babel. Con ella todos lo hombres y mujeres se hacen un solo pueblo que polifónicamente cantan la alabanza universal y el himno nuevo, preludio del cielo nuevo y la tierra nueva.

viernes, 5 de febrero de 2010

Ética

De Santiago Agrelo. Arzobispo de Tánger

También, de la Iglesia jerárquica, vienen a veces cosas interesantes, esa parte profética inherente a cualquier bautizado consciente de su compromiso, y tan oculta normalmente para este sector de la Iglesia entre oropeles, cánones, y liturgias, entre normas y condenas. Cuánto de este soplo es necesario para recobrar la credibilidad perdida.


Problemáticas y ética:

Lo leo entrecomillado en un periódico de Madrid: “Barcelona ha tenido un flujo de entrada de inmigrantes con sus problemáticas y de gente que ha venido de países que seguramente no tienen la ética que tenemos aquí, que ha hecho que el nivel de inseguridad haya subido”. Son palabras del presidente de la patronal Pimec, que agrupa a las pequeñas y medianas empresas catalanas.
Problemática, según el Casares, es el “conjunto de problemas que presenta una ciencia”. No alcanzo a entender qué tiene eso que ver con los “inmigrantes” o con “su flujo de entrada”. Supongo que el señor presidente dijo “inmigrantes con sus problemáticas”, donde sólo quería decir “inmigrantes son sus problemas”. Del “yo y sus circunstancias” hemos pasado al “yo y sus problemas”. Temo, sin embargo, que la filosofía empresarial, más que preocupada por los problemas que el inmigrante pueda tener, se muestre preocupada por los problemas que el inmigrante pueda causar. Claro que el inmigrante dejará de ser visto como ‘un flujo de problemáticas’ cuando la empresa lo necesite para sacarle partido. Entonces el sociológico “yo con sus problemas” volverá a ser un filosófico “yo con sus circunstancias”.
Con todo, lo más sorprendente del entrecomillado es lo que hace referencia a la ética. Según el presidente de las Pimec, Barcelona habría tenido un flujo de “gente que ha venido de países que seguramente no tienen la ética que tenemos aquí”.
Por no saber leer ni escribir, vuelvo a pedir ayuda a D. Julio Casares porque me diga qué es la ética. Y allí se la describe como “parte de la filosofía que trata de la moral y de las obligaciones del hombre”. Dado que no consta que los inmigrantes lleguen a Barcelona con un tratado de filosofía debajo del brazo, he de suponer que el señor presidente de las Pimec intentó decirnos que el código moral de los inmigrantes está por debajo del código moral de los empresarios catalanes.
Pues no se lo crea, señor presidente.
Lo normal es que un pobre tenga una dignidad moral, una altura moral, una grandeza moral de la que usted y yo nunca podremos presumir. A eso añada que el pobre tiene hambre, y que nosotros nunca hemos experimentado lo que esa palabra quiere decir. Añada además que la “inseguridad” que usted y yo podemos sentir, es una broma en comparación con la “inseguridad” a la que hemos condenado al inmigrante. Y una última cosa: mejor será para todos que usted y yo tomemos en consideración los problemas que causamos a los pobres, y no nos asustemos demasiado por los problemas que ellos nos puedan causar. A nosotros, de ellos, ¡nos protege el poder! A ellos, de nosotros, ¿quién los protege?

+ Fr. Santiago Agrelo
Arzobispo de Tánger


Los verdaderos enemigos

Impresionante testimonio de un excombatiente americano en Irak. La verdad de las intenciones coloreadas con tanta falacia. El meollo de la cuestión. La verdadera guerra, los verdaderos enemigos de la humanidad...




miércoles, 20 de enero de 2010

Mala teología ante el terremoto

Ayer mismo un amigo me preguntó dónde estaba Dios en el momento del terremoto de Haití. Mi contestación iba en la linea de este artículo que he recibido. Evidentemente, no de una forma tan clara y elocuente. Por si nos sirve y desde el grito y la pregunta del por qué. No puede ser de otra manera...


El bollo fue peor que el coscorrón. Los titulares habían dicho que “hay peores males que el terremoto de Haití”. Munilla dice “donde dije digo, digo Diego” y dice que estaba hablando desde un plano teológico; dice desde “su” teología: “el mal que sufren esos inocentes no tiene la última palabra, porque Dios les ha prometido la felicidad eterna”. Peligrosa afirmación que invita a consolar a las víctimas con una religión “opio del pueblo”, que daría la razón a Marx, Feuerbach o Nietzsche.
No negaremos, ciertamente, que las personas creyentes se pregunten si les aporta algo la fe cuando confrontan el enigma (enigma y no problema, enigma sin solución teórica ni en filosofía, ni en teología); enigma del mal en carne viva. Pero no se le puede pedir a la fe lo que no es su papel dar.
Ni respuestas teóricas, ni recetas mágicas para resolver el obstáculo del mal o para consolarnos superficialmente cuando no lo podemos resolver. No nos da el Evangelio esa clase de recetas, ni consuelos fáciles. Tampoco nos da explicaciones evidentes que hagan desaparecer las dudas del creyente o que convenzan con argumentaciones irrefutables al no creyente.
Nada de eso podemos esperar del Evangelio. Lo que nos da es otra cosa: esperanza para proseguir en la praxis (movilizarase desde el momento siguiente para ayudar); praxis humana solidaria que lucha por la liberación del mal, a pesar de todos los pesares. Dará la fe también fuerza para orar en silencio ante el silencio de Dios frente al mal, pero será una oración de pregunta y queja: “¿Por qué me has abandonado?”.
“¿Por qué tenía que pasarles esto precisamente a quienes han muerto doblemente, porque llevaban ya en una situación de muerte en vida años y años, mienttras el resto del mundo permanecía indiferente? ¿Por què? ¿Por qué?”.
Al comentar esta reacción desde la fe con miembros de cierta comunidad de un movimiento neoconservador nos recomiendan no quejarse. “Hablar así es una ofensa a Dios”,dicen. En quienes tienen ese tipo de espiritualidad podrían hallar eco las palabras de Munilla ““el mal que sufren esos inocentes no tiene la última palabra, porque Dios les ha prometido la felicidad eterna”. Es la teología de evasión y escapismo”, que creíamos superada desde la Gaudium et spes del Vaticano II.
Aun haciendo un esfuerzo por salvar una buena voluntad o intención en la frase citada, lo que había que decirle a la persona creyente que se quejaba como Job era otra cosa, por ejemplo: “Usted no ofende a Dios al decirle como el salmista: ¿Por qué, Señor, hasta cuándo? Demasiado sabe Dios que ese grito es la única oración que usted puede hacer en este momento. Siga diciéndoselo. No es una queja ofensiva, sino una queja desde la fe en forma de oración, Siga diciéndoselo así a Dios. Sería fingido, artificial y hasta hipócrita pretender una conformidad y resignación fáciles y sonrientes después de lo ocurrido. Siga, por tanto, sin culpabilizarse, repitiéndole a Dios en la oración ese grito. Ese grito es su oración, la única que usted puede hacer ahora. Y que Él le de fuerzas para quedarse como Jesús en cruz en silencio ante el silencio de Dios frente al mal, repitiendo: “Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”
Ésta no es teología de evasión. Es una teología muy distinta de aquella otra que presume de saber el por qué de los males y atribuye a Dios su planificación, diciendo: “Dios lo ha permitido”. A veces se habla del mal con una teología justificadora de su planificación. Pero la fe madura debe aprender otra clase de teología, la que dice: “Ni Dios puede querer esto, ni lo permite por alguna razón. Simplemente, no me lo explico. No sé por qué ocurre todo lo que está ocurriendo, pero el Dios en quien creo, en vez de contestar a mi pregunta por dónde estaba él cuando tembló la tierra, me reta a preguntarme dónde estaba yo antes de que temblase, cuando tembló y después de haber temblado (como tan atinadamente formulaba González Fauss después del tsunami del Índico). Y he de bajar la cabeza reconociendo que no me había movido, que me cuesta moverme y que también a mí me toca una parte de responsabilidad en el abandono de las víctimas o en el retraso a salvarlas. Me da también fuerza para hacer por liberarme de mi insolidaridad y liberar a otras personas del mal, a pesar de todo…”.
Para tener esta teología y esta espiritualidad hay que empezar por perder el miedo a decir: “no sabemos, no entendemos, no lo tenemos claro…” Porque tener fe no es tener todas las cosas claras, sino implicarse en una praxis de liberación con esperanza cuando y a pesar de que estén oscuras. Tener fe no es vivir a todas horas bañado por el “resplandor de la verdad”, sino recibir fuerzas para vivir en medio de la niebla de las incertidumbres.
Desde una fe así se puede mantener la postura que pierde el miedo a quejarse en forma de plegaria. Entonces la queja no es blasfemia, sino oración en forma de grito impaciente, angustiado y esperanzado al mismo tiempo. Ese es el sentido del salmo. “¿Hasta cuándo, Señor, hasta cuándo?” Esta teología de la queja es más fiel al mensaje bíblico que la teología de la permisión divina del mal. A este modo de convertir la queja en oración. El filósofo y creyente Paul Ricoeur lo llamaba “la impaciencia de la esperanza”
Esta actitud de fe no sólo no resuelve el problema del mal, sino que, consciente de que es enigma más que problema, lo acrecienta al confrontarlo con un Dios de amor. En el caso de la persona creyente se incrementa la crisis ante el escándalo del mal, la indignación contra el triunfo del mal y el dolor por el sufrimiento inocente. Por eso es una “fe y esperanza, a pesar de…”
La aportación del cristianismo ante el enigma del mal es facilitar la praxis de seguir haciendo por bajar de la cruz a los crucificados, como dice Jon Sobrino, animados por el silencio de Jesús en cruz ante el silencio de Dios frente al mal. Ni el libro de Job ni el grito “¿Por qué me has abandonado?” de Jesús pueden desaparecer como acompañantes inseparables de la esperanza cristiana. Como Pablo, pregunta el creyente “¿Por qué?” Y como Pablo se queda callado meditando: “!Qué insondables son tus decisiones! !Qué irrastreables son tus caminos! (Rom 11, 33).
Hay que desenmascarar la teología y la espiritualidad de “no hay mal que por bien no venga”. No vamos a negar que hay algo profundo en la sabiduría popular de ese refrán. Más aún, conecta con un dicho bíblico famoso: “Mis caminos no son vuestros caminos” (Is n55, 8). Hay que reconocer que se da, a veces, al cabo del tiempo, la experiencia de reconocer la parte de bien que había en lo que nos pareció un mal o el bien que ha ocurrido después. Pero el peligro de malentendido comienza cuando atribuimos a Dios la planificación de males para sacar bienes. En ese sentido no eran precismaente lo más apropiado para un día como el del terremoto destacar en la informacvión sobre la Asamblea episcopal las palabras del Nuncio: “Dios dirije con providencia amorosa los hilos de la historia”. Ni las catástriofes naturales como el terremoto, ni las que provocan los humanos, como el Holocausto, pueden ni deben racionalizarse con providencialismos que apelen a una providencia prestidigitadora que planifique sacar palomas de bienes de la chistera de los males.
Este malentendido lo ha favorecido la traducción del texto de Rom 8, 28 en términos de “todo se convierte en bien”. Más atinado es traducir con el P. Alonso Shökel “Con los que aman a Dios, Él coopera en todo para su bien (añadiendo nosotros: “a pesar de los pesares…”.
Una lectura así lleva a una praxis esperanzada frente al mal y a pesar del mal, muy distinta de la que brota de lecturas racionalizadoras, espiritualistas, moralizantes o justificadoras de Dios
Ni le echo la culpa del mal a Dios, ni me empeño en justificar a Dios, atribuyéndole la planificación del mal para sacar bienes. Ni siquiera digo que Dios los permite (como gusta decir la teología providencialista agustiniana, tan del gusto de algún teólogo alemán incardinado en Roma). Digo, con sinceridad, que ni entiendo el mal, ni explico su permisión. Pero confío en un Dios en quien creo, como dcie Paul Ricoeur, no porque me resuelva el engima del mal, sino a pesar de que nome lo resuelve, le grito orando en forma de queja y recibo fuerza de Él para comprometerme a desclavar de su cruz a alguna víctima.
Juan Masiá Clavel. Teólogo

jueves, 7 de enero de 2010