jueves, 15 de julio de 2010

Quince días

El personaje de un libro que quiere colarse en tu vida cuando la suya no es más que el rescate de un naufragio. Pero la magia cuenta, eso decía, y las búsquedas cabalísticas y los guiños a la técnica y a sus trampas. De nuevo, todo eso en cóctel aderezado con las búsquedas mutuas de vidas que se sueñan mejores, sin saber bien en qué consistirán. Con esa tintura se pretende pintar y pintar sobre la pantalla ilusoria de oxígeno, nitrógeno, argón y deseos... Un número escrito con letras y la rapidez de lo cotidiano que se introduce con naturalidad en algo que era absolutamente distinto. Eras tú el que esperé durante siglos.
Hasta las letras se movían solas para escribir mi nombre en la cocina. Historias y cuentos, canciones y suavidad.
Un personaje sereno que hace serena la estancia que nos envuelve, el hogar recién nacido al que le puse algo de vida.
Pero pronto noté ese movimiento ácido de las vísceras del corazón e intuiciones a las que no se le ponen palabras.
Faltaba enlazar otras cosas y mis brazos y piernas no tuvieron más remedio que inventarse una danza para bailarla. Incluso cuando lo hice acompañado me sentí más solo que nunca. Y los dedos fueron torpes y faltaron tantos besos... O quizás sobraron. Cuando comienza la demanda se evapora el futuro, aunque éste sea inventado.
¿En qué consiste la química? Me regaló un marco precioso y me quedé tratando de contemplar el cuadro que le diera vida, durante horas pero solo había papel marrón.
Y uno se queda con el aire en los pulmones y un montón de preguntas. A los dioses, a los astros, a los ancestros, a los espíritus en los que él creía... ¿Dónde se quedan los deseos, quien inventó lo previo, quien dispuso el anticipo...? Y nadie contesta.
Luego, unos días, la supervivencia...

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