lunes, 24 de diciembre de 2012

Feliz Navidad


” No hay que temer al fracaso, a la lucha,
al dolor, a los pies de barro o a la debilidad.
No hay que temer a la propia historia,
con sus aciertos y tropiezos;
ni a las dudas; ni al desamor;
que la vida es así, compleja,
turbulenta, hermosa, incierta.

 Pero luchemos
contra la tristeza perenne,
esa que se instala en el alma
y ahoga el canto.

Alimentemos la semilla de alegría
que tenemos plantada muy dentro.
Que surja, poderosa, la voz esperanzada,
esa que clama en desiertos y montes,
en calles y aulas,
en hospitales,
en prisiones,
en hogares y en veredas.

Cantemos hasta le extenuación
la vida del Dios hecho niño
del niño hecho hombre
del hombre crucificado
que ha de vencer a la cruz
una vez más

 Nadie va a detener al Amor
que se despliega, invencible,
en este mundo que aguarda.
Aunque aún no lo veamos.“

martes, 11 de diciembre de 2012

No es más de lo que es

Lo efímero del momento en el que vivo, tan efímero y relativo como el sentimiento. Mañana me reiré o me sentiré ridículo. Quizás hoy ya me ría también y por eso me atreva a escribirte, llegando a la conclusión de que por qué dejar de ser en mi esencia a costa de razonamientos, de forzar máquinas, en pos de recomendaciones, de procesos y de lo salubre. Y es que en mi esencia está el quedarme en pelotas de vez en cuando, y ahora me sale así. Eso me hace vulnerable ante la humanidad (la gente, como tú dices... uufff... la gente! Si al final vas a tener razón) y en este momento ante ti. Un cuerpecito donde se ven demasiado las impurezas. Hoy lo miro y digo que también así se descubre su propia belleza. Esto no es más de lo que es. Igual que el sentimiento. A veces, incluso decía al verte, "no, no es él". Sin embargo aquí me tienes, en pelotas y mirándote a los ojos. Para decirte y para que me digas. Aunque no tengas nada que aportar a este batiburrillo. Y lo hago, te decía, porque situándome a las afueras del melodrama, esto llega hasta a tener su gracia: yo en cueros mirándote pero a la vez sabiendo que igual no me veas y que sea lo último que te diga. Esto tiene la intensidad del número de veces que nos vimos y del tiempo que duró lo que duró. Esto tiene la intensidad de mi intensidad (ya entendí lo de que Gavi se diera prisa. Hablábamos dialectos diferentes, cada uno a un lado de la metáfora). Con lo cual, no es más de lo que es. Así que fuera los miedos, los tuyos y los míos. Pero te dije que quería contarte: quería contarte que sigues bailando con gestos precisos en la música de aquel bareto y en la que me dejaste en mi casa. Que apareces con tu risa en su melodía y en su mensaje. Que te cuelas cada vez que hablo o me hablan de Madrid. Que me encanta seguir creyendo en la confluencias y en las coincidencias, que releo tus palabras intentando descubrir una sutileza que me invento y que como me la invento, luego las borro, queriéndote borrar también a ti. (Esto no es más de lo que es, mañana quizás sea otra cosa, mañana mismo). Que estás cada vez que intento escapar de lo que me agobia, del otoño, de la soledad del estatus actual, y me imagino que quizás querrías escapar conmigo. Que me pareció todo tan bonito (en su justa medida) como para que siguiéramos experimentando... También quería preguntarte. Pero sería forzarte a que hablares mi lenguaje, y quien dijo que este fuera el correcto.