” No hay que temer al fracaso, a la lucha,
al dolor, a los pies de barro o a la debilidad.
No hay que temer a la propia historia,
con sus aciertos y tropiezos;
ni a las dudas; ni al desamor;
que la vida es así, compleja,
turbulenta, hermosa, incierta.
Pero luchemos
contra la tristeza perenne,
esa que se instala en el alma
y ahoga el canto.
Alimentemos la semilla de alegría
que tenemos plantada muy dentro.
Que surja, poderosa, la voz esperanzada,
esa que clama en desiertos y montes,
en calles y aulas,
en hospitales,
en prisiones,
en hogares y en veredas.
Cantemos hasta le extenuación
la vida del Dios hecho niño
del niño hecho hombre
del hombre crucificado
que ha de vencer a la cruz
una vez más
Nadie va a detener al
Amor
que se despliega, invencible,
en este mundo que aguarda.
Aunque aún no lo veamos.“