jueves, 20 de junio de 2013

Creo, adoro, espero, amo.

Casa de la misericordia   7-10-95.     00´15h

Mi Dios, yo creo. Creo que estás aquí, de nuevo en mi soledad. Creo que me amas profundamente como el agua del océano ama y abraza el grano de arena que navega en su infinitud. Creo, Jesús, que permaneces en mi vida y en mi hastío te veo hoy mejor. Creo que estás en mi hermano al que me cuesta ver.
Mi Dios, yo te adoro. No como te adoran los ángeles que te aclaman y glorifican por los siglos, pero sí en mi pequeñez inconstante. Jesús, te adoro en tu presencia eucarística hasta el fin de los tiempos y reclino ante ti mi espíritu en el regocijo de tu presencia divina. Señor, me gustaría hacerlo como el nardo que te perfuma, sin embargo sólo tengo estas rodillas que doblar.
Mi Dios, yo espero. Espero, una vez más, descansar en tu regazo. Espero tu sosiego para mi alma en tinieblas. Tú, mi Pastor bueno. Espero tu sonrisa cómplice en mis profundos desvelos. Espero tu eterno abrazo y poder experimentar tu perpetuo amor. Señor, espero en tu misericordia y que me susurres al oído: "hijo, has vuelto".
Mi Dios, yo te amo. Y hoy ese amor recorre mis fibras una a una alimentando mi sequedad. ¡Cuánto te amo, Señor!. Permíteme experimentarlo en mis hermanos. Te amo, Jesús, con todo lo que soy. Deja que mi existencia sea un palpitar como ocurre esta noche. Deja que muera embriagado en este éxtasis.
Perdón, Jesús, por el que no cree porque no te ha visto en la flor.
Perdón, Jesús, por el que no espera porque perdió el color verde de vista y sólo ve el negro oscuro.
Perdón, Jesús, por el que no te adora porque mil dioses ocuparon su altar.
Perdón, Jesús por el que no te ama porque no se atrevió a mirar en lo profundo de su ser.