DUERME CON LAS LEALTADES, AMANECE CON LOS COMPROMISOS
KOLDO ALDAI. Cocreador del Foro
Espiritual de Estella.
CANTOS QUE NUNCA OÍMOS. Si no hubieran
resonado aquellas melodías sublimes, si no hubiéramos compartido esos instantes
únicos, si no hubieran asomado las lágrimas con los abrazos. Si no hubieran
hablado esas miradas claras, esas sonrisas tocadas de infinito. Si no
hubiéramos orado con el imán y el judío, si no hubiéramos callado con el
budista y el sufí, si no hubiéramos danzado con el cristiano y el hindú. Si no
se hubieran acercado esas monjas, con sus pies ancianos y desnudos entre el
rocío de la mañana, hasta la llama ardiente de la unidad, podríamos olvidarnos
de este empeño.
Si no
hubieran partido aquellos héroes y conminado al relevo. Si no hubiéramos
apurado juntos en puro gozo el último mendrugo. Si no hubiéramos compartido
noches sobre el asfalto, sobre la hojarasca, bajo cielos infinitos. Si no nos
hubiéramos agolpado en la misma proa tras una Ítaca siempre invisible…, podría
haber otro anhelo. Pero ahora es tarde. Ya no hay otro norte, otra divisa, que el
sol de la hermandad allí donde nos encontremos.
El susurro
nos alcanzó cuando el horizonte tragaba el último rayo. Vendrán caídas y
golpes, pero seguiremos sembrando. Vendrán borrascas que no buscamos y
seguiremos cantando. La culpa es de esos hermanos que lo dieron todo, la culpa
es de esa Sangre que no dudó en derramarse por el bien ajeno. La culpa es de
ese Cielo que se desplomó cuando alcanzábamos el acantilado… La culpa es de
cuando corrimos y caímos juntos, de cuando nos metieron en las mismas mazmorras,
de cuando compartimos los mismos versos y tragos, de cuando nos pillaron con
los mismos papeles prohibidos. La culpa es del mismo éxtasis, de los mismos
océanos, de los mismos atardeceres que empañaron nuestras miradas. Ahora ya no
hay otra salida, otro destino. No hay otra luminaria que reconstruir la tierra
de hermanos.
Ya no hay
sucedáneos, ya no hay engaño desde que las flores perfumaron las trincheras. No
hay engaño desde que los brazos apretaron las espaldas y las mejillas unieron
destinos. Apenas sabemos nada, apenas de dónde venimos, apenas nos han
confesado a dónde vamos. Olvida las emboscadas y borrascas. Olvida el eco de
los silencios cómplices. Olvida las úlceras y sus aledaños. Pero jamás olvides
la palabra dada. Duerme con las lealtades, amanece con los compromisos. Vamos
hacia la tierra pura, hacia la tierra de nadie, hacia la tierra de hermanos.
Vamos hacia esos círculos, hacia esos cantos que vibrarán eternamente, hacia
esa dicha, hacia esa unión diversa que no conocerá nunca fin.
Por más que
quisiéramos, ya no conspiramos en contra de nada. No acampamos a la espera de
nuevas promesas. Ya no hay ninguna carga policial que nos salve. El adversario
sobre todo mora y medra dentro. Ya no tumbamos gobiernos, ni asaltamos
palacios. Nuestras células, nuestras redes no vuelan octavillas. La misma Luz
que nos ciega, nos impide descansar en ese asfalto.
Estamos a las
órdenes de Lo que no tiene nombre, de Quien apenas nos susurró sus Planes. Los
Guías apenas abren los labios. Vamos tras una tierra que nunca nos mostraron,
tras otros colores que no fulgieron, tras una piel que no acariciamos. Vamos
tras unos cantos que nunca oímos, tras una fraternidad que ni siquiera soñamos.
Pero lo último que se nos ocurriría es la entrega de esas botas gastadas, la
deserción de esas filas, la baja de esa alianza de eternidad.
EL SOL DE LA HERMANDAD. Dice la
tradición oculta hasta nuestros días que hay una Hermandad interna que guía a
la humanidad externa. Los vínculos establecidos entre esos grandes seres serían
mucho más fuertes que los que conocemos como hermandad de sangre. Para comenzar
a formar parte de esa primera y selecta comunidad es preciso sacrificar la
identidad, estar dispuestos a trabajar de incógnito, sin recibir recompensa
alguna, excepto la recompensa de las almas salvadas, de las vidas reconstruidas
y de la humanidad que ha sido llevada adelante en el Sendero de Retorno.
El Maestro
búlgaro Omraam Mikhaël Aïvanhov plantea así ese reto inexcusable: “La fraternidad debe ser formada por el
impulso espontáneo de las almas que se unen… La vida individual debe preparar
las condiciones para la vida colectiva, para la vida cósmica, universal”.
Pocas dudas hay de que el espíritu de división es el responsable de las
desgracias humanas. Añade el mismo Maestro: “Nunca
se transformará el mundo si cada uno permanece aislado, en su rincón”.
Hemos de crear una alianza ancha y poderosa capaz de manifestar los reinos
superiores de armonía y de paz en la Tierra.
No caminamos
solos hacia el sol de la hermandad. No hay prisa ni apremio. Sin embargo, no
hay tiempo que perder. El ideal de la fraternidad humana, indisolublemente
ligado al de filiación divina, no es un sueño de los místicos sino que es el
destino evolutivo humano. La conciencia humana se despierta cuando se manifiesta
en nosotros/as la sensibilidad a las nociones de universalidad. Esta facultad
le permite al ser humano sentir que los demás y él mismo están estrechamente
conectados, como las diferentes partes de un organismo.
Hubo un
momento en nuestra historia en los que el fuego de la hermandad por encima de
los credos, las razas y las clases casi se apaga, convertido en apenas un
rescoldo. Hombres y mujeres en grupos minoritarios y perseguidos lo mantuvieron
vivo en todas las latitudes. Sin embargo, ese ideal supremo, susurrado hasta
nuestros días deboca a oído, ha encontrado en Internet y las nuevas tecnologías
la herramienta prometida, imprescindible para su expansión. Creemos
profundamente en este ideal que da sentido a nuestras vidas y que ahora, con todos
los adelantos en la comunicación y el transporte, con los vínculos que
posibilita la era digital, progresa como nunca hasta el presente.-
(Revista
ÉXODO, Nº 114)