viernes, 26 de diciembre de 2008

A modo de...

Escrito en las navidades pasadas


Últimamente, no sé por qué, el corazón me pide huir de los convencionalismos, de hacer las cosas porque tocan, y ahora parece que toca felicitarse. Pero también es cierto que hay un sentido profundo en todo esto y la envoltura no puede hacernos desistir. Ciertamente hay motivo para alegrarnos, la alegría serena que brota de lo auténtico, porque aunque el mundo está herido, también creemos en aquel que está empeñado en curar sus heridas con aceite y ungüentos. Desde esta realidad, con los chavales del barrio y sus familias tocadas por lo duro del vivir en el margen y su ganas de comerse el mundo, a su manera, con los presos y la inhumanidad de la vida en prisión, con los inmigrantes con los que recorro mi éxodo personal, con toda la gente de este barrio y sus pobrezas ricas en matices que no me dan las luces de colores de estos días, con los enfermos y su amor a la vida, con la gente de Rabat que sigue mirando al horizonte y con las que voy a compartir las navidades... desde lo que ahora me hace vivir tan intensamente cada suspiro, desde ahí quiero nacer de nuevo e invitaros a hacerlo a vosotros, desde esa vida que brota y para esa vida. Aguzando la mirada para que no pase desapercibido el roce del Dios con nosotros, dando paso siempre al corazón, aunque este duela a veces. Saliendo siempre, abriendo porque el establo no tenía puertas. Caminando a ras del suelo, para no perdernos dónde realmente se cuece la vida y dónde está su meollo. A veces a ritmo lento, más lento de lo que nos pide el cuerpo, pero descubriendo cosas que antes no había visto; dejando que sean otros pasos los que marquen el compás, en gran medida inseguro y desorientado. Pero viviendo a conciencia, apropiándonos de lo más real, del cogollo, porque hay tantas cosas que despistan... Entendiendo que quizás los tesoros de la tierra están en aquello que se excluyó. Recogiendo lágrimas, la mayoría de las veces sin saber qué hacer con ellas; acogiendo gritos, silencios y afonías. Descansando en la Palabra que es consuelo, que es aroma, que es bálsamo, y en la mesa compartida. ¡Cuántas mesas compartidas! De nuevo a los que compartís mesa conmigo, la mesa del pan partido, la de ese deseo, locura de amor, la mesa de los que siguen soñando, de los de aquel grito de otro mundo es posible, la mesa de los acentos y los colores diversos... También a los que ya no la compartís pero lo hicistéis ayer y marcasteis y dejasteís huella... A todos vosotros, sin clasificaciones, sin categorías, porque si no nos perdemos. A todos los que hicisteis o haceis lo que vivo. Felices días!!! Todos los que nos queden por vivir.

jueves, 4 de diciembre de 2008

Magia

Escrito el 7 de enero del 2004, de noche, en mi habitación más allá del puente.

La magia: las notas que aprietan el alma y no la sueltan hasta que la imaginación no desprenda las amarras que me aferran a lo evidente y sueñe con otros momentos, otras ciudades, otras gentes, otros colores, a los cuales no he conocido nunca pero hacen que mi sangre fluya más veloz y que mis deseos trasciendan la tierra que piso.
La luz suave, el color suave, el agua que cae por mi cuerpo; la presencia. Hasta los objetos sueñan; cambian su aspecto para transformar lo ordinario en esencia.
El regalo de mirar con los ojos del corazón para descubrir lo que está más allá de la apariencia, para sentir el placer que se esconde en lo de siempre. Lo nuevo escondido en lo viejo, la riqueza en la pobreza, lo sorprendente en la rutina. La magia de los instantes... La magia.