martes, 21 de octubre de 2014

Paciencia

Hermana Paciencia.
Tu nombre suena bonito a pesar de las connotaciones negativas que tiene la palabra. La paciencia como resignación, como el "ajo y agua" de los vencidos o de los que ya no les quedan fuerzas y no saben dónde buscarlas. Creo que por lo poco que sé de ti, no es tu caso.
Paciencia como no resistencia, como el sí a lo que es, a lo que hay, el dejar que pasen los deseos del ego que a veces poco tienen que ver con el fluir de la vida.
Eso es, paciencia entendida como el dejar que fluya la vida. Es lo que te viene bien. Porque de ti ha fluido la vida generándola en otra gente. De tu sangre contaminada se generó el suero del amor que te salvó a ti y a Teresa y que intentó salvar a otros. ¡Qué de paradojas! De nuevo de la muerte sale vida. De la debilidad fuerza para ti y para los demás. Porque de tu consciencia despierta y amorosa sólo brota la generosidad. Generosidad que arrasa y se lleva rencores y recuerdos malos incluso hacia aquellos que no quisieron traerte para salvarte pero que te trajeron para salvar a otros.
Y de nuevo me reconcilias con esa Iglesia que me dio lo mejor. Y me haces entender que en ella sigue habiendo gente que entiende al mensaje y al mensajero y que se han hecho uno con ambos. La iglesia de los que se quedan a pesar de que hay que salir corriendo, la iglesia que no juzga sino que entrega, que se la juega en las cosas de la humanidad porque sabe que en la humanidad más humana e inmunda se cuecen las cosas del Espíritu y no en los artificios rituales y dogmáticos de los que se protegen de la quema. 
Paciencia. Eres de las que vienen de la gran tribulación de gente que grita porque nadie les atiende, que apesta porque nadie los lava, que se muere porque no hay recursos. De la gran tribulación de tu continente herido de muerte, de vida y de esperanza. 
Paciencia con los que te utilizan, paciencia con los que usan a los tuyos para asustar, para engrosar cifras, para levantar lástimas. Paciencia con los que siguen esquilmando los recursos de tu tierra a la que usan como despensa sin puertas. 
Así, sin rencor. Vienes a dejar en bolas a los que no quisieron traerte porque no eras española y a los gendarmes de nuestras barreras que no dejan entrar tampoco a los tuyos porque se creen que lo suyo es suyo y de nadie más. Vienes a dejar en bolas a los que protestan por traer pacientes contagiados, más por ser de la Iglesia que porque estén contagiados. Y nos dejas en bolas a los que como mucho formamos parte de los indignados de sillón.
Paciencia, la ciencia de la paz, de la mansedumbre del corazón. Viniste a traer vida. Una profecía de la riqueza de tu tierra y de tu gente, un signo, un anticipo. 
Gracias.

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