jueves, 16 de octubre de 2014

Excalibur y reflexiones.

Escrito antes de la noticia de que lo habían sacrificado.

200 mil firmas en la plataforma change.org en menos de 24 horas para evitar la muerte del perro Excalibur de la enfermera contagiada por ébola. Una movilización con pocos precedentes. 
Antes de continuar opinando sobre un tema que tanta sensibilidad levanta en la población y posiblemente en personas a las que quiero y que están por aquí, quiero expresar mi más absoluto posicionamiento ecologista. Incluso diría que más allá de esta postura activista, me sitúo entre todos aquellos que creen que lo esencial de todo lo creado es común a mi propia esencia y por lo tanto, una planta, un río, un perro, se merecen mi respeto y reverencia porque son manifiestaciones del Ser que soy, que me sustenta y da vida. Soy poco dado a la veneración de santos, pero entre los pocos que atraen mi atención está Francisco de Asís precisamente por esa capacidad que tuvo para captar esa huella de Dios en todo lo creado y por no tener pudor en llamar hermanos a las distintos seres vivos en ese cántico universal.
Una vez dicho esto, no puedo evitar expresarme con cierto pesar sobre lo que está ocurriendo. No por el hecho de querer salvarle la vida a Excalibur, sino por la intensidad y la rapidez de la acción. Siempre he creído que el potencial humano organizado podría cambiar el mundo en cuestión de horas si toda esa energía se canalizara en ello. Mi malestar viene porque, desde mi pobre percepción, observo la dispersión en la que vive el ser humano en occidente. He tenido largos debates en mis clases de ética con los ciclos formativos en torno a este tema. El asunto es el siguiente: hay un desencanto enorme de las personas por sus semejantes, una decepción, una constante sospecha, un recelo casi genético... que el chorro de amor, de ternura, de empatía inherente a todos queda focalizado en mucha gente hacia los animales a los que colocan en primer lugar de su dedicación y atención. Eso indica que algo está fallando. Y es que se ha perdido la filantropía, o esta queda reservada a unos cuantos.
Porque es un síntoma de una sociedad perdida y fracturada el que los animales se coloquen antes que las personas y sus causas desplacen las del ser humano machacado, marginado y desfavorecido. No estoy diciendo que haya que obviar aquella para quedarnos sólo con ésta. Lo que quiero expresar es que no hay causa "animalista" si hay desprecio del ser humano o si su cuidado no ocupa el primer lugar en el interés de las personas. 
Frases como "salvaría a mi perro antes que a una persona en peligro" , "la bondad de mi perro supera a la de la mayoría de las personas", etc. denotan este hastío y decepción de la humanidad por sí misma. Esto, sin entrar en el tema que daría mucho de sí, de que las mascotas se convierten en paliativos de una sociedad que padece una soledad y una carencia afectiva endémicas.
No propongo dejar una cosa para centrarse en otra, no desprecio organizaciones ecologistas o animalistas en beneficio de otras que se dediquen al ser humano y sus necesidades (de hecho soy seguidor de alguna); simplemente invito a hacer una reflexión: ¿no hemos perdido un poco el norte? ¿es auténtico ese activismo "animalista" si no hay una declarada apuesta por todos aquellos que son marginados, despreciados, vilipendiados, desplazados? No puede darse una cosa sin la otra. No puede ser real esa preocupación por los animales maltratados si no hay una apuesta manifiesta por las personas maltratadas. Con lo uno, viene lo otro. Y por último, ¡cuánto se podría cambiar en el mundo con toda esa energía canalizada a cambiarlo, a luchar por la justicia en todas sus expresiones! igual que se está haciendo para que Excalibur no sea sacrificado. 
En países como Liberia, la cifra de ayer de muertos por el ébola ascendía a más de 130 personas. ¿Dónde está la compasión por el hermano? ¿Dónde las campañas de ayuda, de protesta, de petición a la farmaceúticas que hagan algo?... El ébola empieza a preocuparnos cuando sobrepasa nuestras fronteras y lo vemos como una amenaza personal. Siento ser rotundo en esto, pero cada una de las personas muertas por ébola en África no pueden ser desplazadas en nuestras preocupación, atención y dedicación por la vida de Excalibur, por muy noble que sea un perro y por muy salvajes que nos hayamos convertido los seres humanos. Cuando en nuestra ética tengamos al semejante como primer e ineludible objetivo, habremos recuperado la cordura.
Y ojalá que no maten a Excalibur.

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