jueves, 16 de octubre de 2014

Antes de que te vayas del todo

Antes de que te vayas del todo.
De mi memoria visual y de mi corta compasión. Saliste así, de pasada, como de pasada se nombran los casi 5000 que se llevó tu virus, como de pasada aparecéis siempre tu pueblo, tu gente, tu continente. Sólo unos minutos.
Fui capaz de verte, casi de soslayo, distraído como estaba y como estamos los de este lado, en lo de antes, en lo de después, en otras decenas de imágenes y mensajes cortos que hacen que no nos centremos demasiado en nada y estemos pendiente de todo. Pero sí, te vi...
Sólo conservo la imagen de tu imagen: menuda, con un pañuelo en la cabeza y varios colores en tu vestimenta, de lejos, porque ni el objetivo de la cámara se atrevía a acercarse más por miedo a que él también se contagiara; sentada a la puerta de algún edificio dónde no querían que entraras, en el suelo, negra. Como negros todos los que gritaban a tu alrededor (pero lejos también) porque un cadáver, resultado de tu mismo virus, llevaba varios días tirado en una acera y nadie lo recogía.
Terror en el ambiente, nerviosismo, histeria, ...y tú. Recogida en ti misma, expulsada de tu familia, y del hospital porque no había sitio. ¿Qué te mataría antes, el ébola o el rechazo de los tuyos por el pánico a que les transmitieras tu enfermedad? ¿O quizás te matamos nosotros, los que comíamos mientras veíamos tu corta aparición?
A ti, sin nombre, apenas sin rostro, sin firmas en tu socorro, sin artículos de periódicos, sin campañas, sin disputas sobre qué es más importante: el perro o tú, sin cama, sin cuidados, sin ministras escondidas e ineptas, sin consejeros que te echen la culpa por tocarte la cara... antes de que te vayas y para que no te vayas del todo. Mi poco tiempo, mis pocas y atropelladas palabras, mi recuerdo...

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