miércoles, 1 de octubre de 2014

Retazos de mística adolescente

Septiembre del 96.
Canto a María
Madre María

Siendo mi vida pequeña, llegaste a ella
susurrando una palabra.
Sentí que hospedarte querías
y habitar en mi alma, y te hice mi dueña.
Y dormido en tu silencio
me enseñaste a orar
viendo a un Dios en tu mirada,
me enseñaste a orar.
Rozando el calor de tu mano, divisé un sendero
que podíamos juntos desandar.
A llamarte "madre" mis labios aprendieron.
Madre María

Madre María has bajado a mi tierra
para hacer casa en mi corazón.
Como mil gotas de lluvia en alma seca
has derramado la gracia de Dios.
Madre María has plantado en mi ser
las maravillas que Él puso en tu alma.
Gritaste fuerte y calmaste mi sed
que en mi miseria hay un Dios que me ama.

Cuando mi vida creía y quise, solo
recorrer mil camino
Sentí en mi alma vacía tu bendición
como en el alba el rocío.
Y perdido en mi silencio
sentí el beso del dolor.
De nuevo, juntos, abrazamos
aquella cruz donde muríó.
Madre María
Me enseñaste una bella canción
que habla de un Reino donde Dios se hace pobre.
Y recordé tu nombre, Madre, y mi elección.
Madre María

Madre María me has dado en los brazos
a aquel Jesús que nació en Belén.
Veo en mi vida tu luz como regalo;
es tu presencia que enciende mi fe.
Madre María, hazme templo de Dios.
Llena mi vida y cambia mi historia.
Haz de mi alma una tierra de amor;
haz de mi ser Tierra de misericordia.




9 de septiembre de 1996

Quiero ser, mi Señor, en ti, como el árbol plantado cerca del arroyo. Hundir mis raíces en tus manantiales de agua viva y no temer al calor de mis temores. Rozar mis entrañas de la frescura de tus corrientes y sobre todo, pintar en mis ojos, en mi sonrisa y en mi voz el verde de la esperanza a pesar de lo gris que me envuelva.

17 de septiembre de 1996

Quiero llenar mi vida de ti, Señor. Quiero que ocupes mis pensamientos para siempre. Que seas el eje sobre el que gire. No quiero reducirte a este momento. Quiero ser un hombre nuevo, un hombre de Dios; contigo en el centro de mi existencia todo tendrá más sentido. Cambia mis esquemas. Quiero vivir enamorado de ti dedicándote mis suspiros e ilusiones. Hazte el centro de mi vida, Señor.

18 de septiembre de 1996

Llevar tu cruz con una sonrisa en mi alma, Jesús. Mil motivos de gozo embargan mi corazón. Quiero verte como antaño, mi Dios, aunque las lágrimas broten incontroladas. Siempre alegre para infundir al mundo la sonrisa por tu presencia en mi vida. Sonreír siempre. Si mis hermanos no te ven en mi rostro es imposible poder transmitirles tu amor. Hazme un corazón alegre para poder estar en medio de una tierra que llora.

27 de septiembre de 1996

Hoy quisiera estar allí como otras veces. Hoy he comprendido que su lenguaje formaba parte del universal idioma del amor. Ahora por fin sé que era un canto de alabanza eterno del que yo no podía participar por no ser humilde de corazón. Pero, sin embargo, había notas imprecisas que no me eran ajenas y que se unían en su extenuación a la melodía misteriosa y oculta en mi alma. Hoy comprendo su canción. O al menos intuyo su susurro. Aquella complicidad intensa que captaban las plantas de mis pies. Aquel mascullar ininteligible que hacía vibrar mi ser. Aquella unión tan acorde del silbo de la brisa, del desgarre de la hoja seca, del cristal del agua, del grito del insecto, de la reverencia del monte, del baile del árbol... no eran más que las notas agudas de la melodía. Hoy quiero unirme, aunque sea en voz baja y desafinada. Hoy quiero participar, aunque sólo sea un instante y cantar tu estribillo, Señor: Bendito seas, Creador amable, por hacerme partícipe de tu obra. Alabado y glorioso sea tu nombre más allá de lo infinito.

29 de septiembre de 1996

Señor, Dios bueno, creo pero aumenta mi fe. Creo que con tu bondad divina intervienes en mi vida con designios de misericordia. Hoy me rido a tus plantas y te suplico que sanes a mi madre. No te pido que desaparezca su enfermedad si esa no es tu voluntad, tan sólo que la hagas salir de este mal momento. Señor, sánala. Creo firmemente que puedes hacerlo. Siempre me escuchas, mi Dios. Te lo pido en el nombre de tu Hijo Jesucristo y con la confianza plena de que puedes hacerlo. Tócala con tus manos benditas y que el amor que ellas irradian destierren el mal de su cuerpo. Señor, atiendo mi oración. Tú puedes hacerlo. Ya es bastante por hoy. Gracias porque siempre me escuchas.




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