miércoles, 24 de abril de 2013

Lienzo

Esto  se lo escribí hace muchos años, casi 20, a una chica en la finca de la aldea del Calabacino. Aquella sierra que me arrancó tantos sentimientos y que fue testigo de tantas confidencias.

En este torbellino de sensaciones y colores, de nuevo me dejo inundar por su éxtasis que me sobrepasa y al que no puedo abarcar por mi pequeñez. Ahí, embriagado de su magia, una vez más absorto, contemplo aquel lienzo magnífico que me pintó el Creador. Hoy soy capaz de escuchar su lenguaje, que en susurro ininteligible hablan las criaturas del bosque, aquellas que a veces adivino en mi subconsciente.
Quisiera con un suspiro transmitirte la magia del instante, pero el papel no entiende de luces y sombras, frescura y olores, sonidos cautivadores que enamoran el alma, reflejos de sol que intento cazar para momentos no tan limpios. La pluma, solo en intento infiel, puede hablarte del verde misterioso y de la profundidad de la roca. Quisiera transmitirte el murmullo de la brisa prendada de amor, sin querer mancillar la pureza blanca de la flor. Me gustaría regalarte la armonía silenciosa de este cuadro, del que formo parte como intruso. Quisiera ofrecerte la melodía suave que en notas románticas canta el arroyo, quien sabe si para mí.
Cierra los ojos y siento el viento que hoy, mi mensajero, te transporta un beso cargado de la esencia de la naturaleza y que baja a los más profundo de tu ser, allí donde el tiempo y el espacio se confunden con los vuelos armoniosos de las libélulas y las risas burlonas de las hadas, allí donde el sueño es tu mundo. Observarás que es posible porque tu savia es la misma que corre bajo mis pies, pues toda ella procede del Gran Árbol.
Si puedes, sé feliz un instante.
Atiende, escucha... quizás las hojas pronuncien nuestros dos nombres. ¿Podría ser que nos admitieran como dos notas más, aunque insignificantes de este bello y acorde canto de alabanza?
Aunque no fuera así, no olvides que hoy necesitaba compartir este lienzo contigo.

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