lunes, 22 de junio de 2015

Soy Walt Whitman

Impresionante poema del grande de Manhattan en donde podemos observar su esencia, lo fundamental de su amor a lo real, a lo dado, a la materia y a lo sutil. Encantador.

Soy Walt Whitman, un cosmos, el hijo de Manhattan,
Tormentoso, carnal y sensitivo: como, bebo y engendro.
No soy sentimental ni miro desde arriba a hombres ni a
mujeres de los que no me aparto,
No soy más orgulloso que humilde.
Despojad las puertas de cerrojos,
Sacad las puertas mismas de sus goznes.
Me humilla quien humilla a los otros,
Y nada se hace o dice que no recaiga en mí.
Surge a través de mí la voluntad que crea corrientes y señales,
Yo digo la palabra primera, el santo y seña de la democracia,
Y juro que nada aceptaré si otros no pueden tener lo mismo en iguales condiciones.
Surgen de mí voces acalladas desde hace largo tiempo:
Voces de las interminables generaciones de cautivos y esclavos,
Voces de enfermos y desahuciados, de ladrones y enanos,
Voces de los ciclos de gestación y crecimiento,
Voces de los lazos que unen a los astros, de úteros y de semilla paternal,
Y de los derechos de aquellos a los que oprimen,
De los deformes, vulgares, simples, necios despreciados,
De la niebla en el aire y del escarabajo que arrastra su bola de inmundicia.
Surgen en mí voces reprimidas:
Voces de sexo y de lujuria, veladas voces cuyo velo aparto,
Voces indecorosas que yo purifico y transfiguro.
No me tapo la boca con la mano
Y trato con igual delicadeza al vientre que a la cabeza o al corazón,
La cópula no es para mí más vergonzosa que la muerte
Creo en la carne y en los apetitos,
Ver, oír, tocar… ¡cuántos milagros!, y cada parte de mi ser es un milagro
Divino soy por dentro y por fuera, y santifico todo lo que toco o me toca,
El olor de mis axilas es más hermoso que una plegaria,
Mi cabeza más bella que los templos, las biblias y que todos los credos.
Si hay algo que venere más que a nada en el mundo es
toda la extensión de mi cuerpo o cualquiera de sus partes:
A ti venero, arcilla clara mía,
A vosotros, mis bordes sombreados y mis robustos pies,
A ti, la reja de mi arado masculina y fuerte,
A todo cuanto hay en mí que se siembre y labore,
A ti, mi rica sangre, a ti, jugo lechoso, pálido extracto de fecunda vida,
A ti, pecho que estrechas a otros pechos,
 A ti, cerebro mío, con tus circunvoluciones escondidas,
Húmeda raíz de cálamo, tímida alondra
Con nido recatado de dos huevos gemelos, a vosotros,
A ti, hierba mezclada, enmarañada, en cabeza, barba, cejas,
Savia goteante de arce, fibra de noble trigo, a vosotros,
A ti, sol generoso,
Nublados que alumbráis y oscurecéis mi rostro,
Arroyos y rocíos de sudor, a vosotros;
Vientos que me excitáis con el roce de vuestros genitales, a vosotros;
A vosotros, anchos prados de músculo, ramas de encina,
amoroso holgazán de mis senderos,
Manos que he cogido entre las mías y rostros que besé,
Mortal a quien alguna vez toqué, a ti venero.
Estoy loco por mí, ¡hay tanto en mí de bueno!
Cada momento y todo lo que pasa me llena de alegría,
No sé cómo se doblan mis tobillos, ni sé el porqué de mi deseo más nimio,
Ni el porqué de la amistad que brindo, ni el porqué de la amistad con que me pagan.
Mientras subo la escalera de mi casa me detengo a pensar si no estaré soñando,
La madreselva que crece en mi ventaba me entusiasma
más que todos los libros de metafísica juntos.
¡Y ver amanecer!
La tenue luz consigue que se esfumen las más espesas sombras,
El aire es un hermoso sabor en mi garganta.
Del mundo que se mueve rezuman frescas masas que se
cruzan oblicuas saltando en silencio,
Los grávidos objetos se deslizan errantes hacia arriba y abajo.
Algo invisible eriza libidinosos dardos,
Y mares de brillantes zumos inundan la bóveda celeste.
Tierra y cielo se unen, y de la íntima conjunción cotidiana,
Me llega del Oriente el burlón desafío:
Atrévete, si puedes, a dominarlo todo.

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