Preciosa visión que se me regala y que sé que voy a mancillar si intento describirla. Inefable conexión con el Hombre maravilloso que soy. Luminoso, fuerte, desnudo, que se coloca en lo alto de una cima y contempla amorosamente el paisaje que lo conforma y que lo circunda. Cristo Total, bello, que ama profundamente la realidad en su manifestación dual y que hace diluirse la angustia y la frustración. Tres minutos de inenarrable dicha, donde incluso el ruido cerebral pasa a segundo plano adornando la melodía de todo lo que es.
Bello lo que soy. Desde ahí quiero vivir.
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