martes, 10 de marzo de 2015

La religión en la escuela


Estos días días se ha reactivado el debate sobre las clases de religión a raíz de la aprobación del curriculum para la materia elaborado por la conferencia episcopal. Sobre este tema, que no me es ajeno porque lo he tocado durante algunos años, me gustaría expresar mi opinión.
Tengo amigos que se ganan la vida impartiendo estas clases a los que estimo y que quizás no vayan a estar de acuerdo conmigo. Les pido disculpas. Quiero recordar que también yo algunos años he estado viviendo de esta posibilidad que se me dio y no por ello dejé de pensar "en justicia". Reconozco que, a pesar del desbarajuste administrativo en el que a veces viven estas personas y la lucha de años por tener unos derechos laborales dignos, la manera de acceder a la plaza de maestro/profesor de religión es altamente injusta comparada con las demás especialidades. No reconocer esto creo que sería opinar desde la más absoluta subjetividad interesada. 
Pero no es este el tema al que me quiero referir. 
Evidente y manifiestamente estoy en contra de cualquier adoctrinamiento en la escuela, de utilizarla como plataforma "privilegiada" para una catequesis que en la parroquia o en los hogares (lugares donde únicamente deben darse) está perdiendo tanto fuelle, que muere por inanición. Pero me gustaría ir más allá de esta opinión que no creo que nadie dude que la tenga.
En el debate quiero introducir dos elementos que son básicos para tener en cuenta:
1. La dimensión espiritual del ser humano. Entiendo que esto que para muchos pueda ser fundamental y un aspecto certero y, por tanto, a no pasar por alto, para muchos otros no sea así. Por un lado, habrá que decir que, afortunadamente, cada vez más gente es capaz de verlo, incluso gente que discrepa o se siente lejos de cualquier tradición religiosa. Siento que es un tema que hay que empezar a poner encima de la mesa. Hay profesores que desde su propia libertad de cátedra están introduciendo esta dimensión en sus clases. Me consta que hay colegios que también. Así como en la escuela se trabajan otros aspectos que se consideran elementales para la educación de los niños y jóvenes y que en los actuales currículos se trabajan a través de las llamadas competencias (por desgracia, otros elementos fundamentales como la educación artística o la música van perdiendo relevancia en beneficio de otros relacionados con el mundo mercantilista y competitivo en el que vivimos y que a nuestro ministro de educación le parecen más importantes), también sería necesario introducir esta dimensión de la que hablamos. Cada vez más gente la consideramos no sólo básica, sino que constituye la raíz de la construcción de la persona. ¿A qué me refiero concretamente y cómo poder hacerlo? Pues, entiendo que desarrollar en los alumnos aspectos como la introspección, la educación de la respiración consciente, el gusto por el silencio, la capacidad de conexión con su misterio más profundo, de reposar en él a través de la meditación, la capacidad de asombro, de admiración por la belleza, de contemplación gustosa, la posibilidad de trascender lo mental y detenerse en lo intuitivo, en la experiencia más amorosa y del corazón, y otros muchos elementos más, son básicos para el crecimiento armonioso de los hombres y mujeres del futuro si es que es verdad que queremos una sociedad nueva. Y me atrevo a decir que tampoco estará demás decirle a los estudiantes que a esa realidad  profunda y a la vez trascendente, muchos la llaman Dios, Padre-Madre, Alá, el Buda, Misterio, Ser, Espíritu, lo más real de uno mismo, la Consciencia, etc, etc. Y, ¿cómo hacer esto? ¿Habría que crear una materia para ello, un tiempo definido para desarrollarlo? Creo que en estos momentos no sería necesario. Con lo cual, habría que trabajarlo transversalmente. El otro día en la noticia que ha corrido por las redes sobre la iniciativa de los jesuitas en los colegios catalanes en los que estaban estrenando un modo nuevo de hacer escuela sin horarios, asignaturas, exámenes, etc., se hablaba de que en ese modelo nuevo, cada día se empezaba la jornada con un momento de introspección, de silencio. En la medida en que nos vayamos atreviendo a crear otro modo de enseñar diferente, este tipo de actividades y experiencias tendrán más cabida. Y si no, siempre hay momentos y espacios en los que pueda hacerse. Tengo una amiga que es profesora de tecnología y practica biodanza con sus alumnos/as. ¿Quien dice que el que no se lo propone no puede conseguirlo? ¿Quién lo impide? El reto, en esta coyuntura, será que los docentes que creéis en ello, os atreváis a dar estos pasos. El tiempo que estuve dando clases de religión en esta última etapa de mi vida, me atreví a introducir la meditación en varias (muy pocas) ocasiones. No lo hice más por falta de seguridad en mí mismo y por esos complejos que nos impiden romper e innovar. Puedo decir que luego fue de las experiencias que más me reclamaban los chavales.
2. La cultura religiosa. Son innegables los pilares sobre los que se asienta nuestra sociedad, el no querer verlos obedece más a una cuestión de obcecación ideológica que a otra cosa. Pongo siempre el mismo ejemplo: Si un niño observa el cuadro de la Anunciación de Fra Angelico, para captar mucho más su belleza y, por tanto, su sentido, tiene que conocer la escena que en él se representa. Saber quien es María, quien es el Ángel Gabriel y qué posible diálogo están teniendo los dos en el cuadro. En Andalucía, otro ejemplo, sería llamativo contemplar la emoción de muchos jóvenes al ver pasar su cofradía por delante y que no supieran quien es el "Caifás" que está condenando a Jesús. Por otro lado, en esta sociedad pluricultural y plurireligiosa, es imprescindible que nuestros alumnos sepan que la peregrinación a la Meca es uno de los cinco pilares del Islam, qué es el Ramadán, en qué contexto predicó Mahoma, como llegó Sidharta al nirvana, o qué se celebra en el Shabat. Y en esto soy contundente: todo esto y mucho más debe ser materia curriculum obligatoria para todxs.  ¿En qué asignatura? ¿Habría qué crear una materia para estas cosas? ¿La asignatura de religión de toda la vida?, ¿una que se llamara Cultura religiosa? ¿Habría que desarrollar temarios sobre estos asuntos e introducirlos en asignaturas como historia, o historia del arte...? no lo sé. Eso se lo dejo a los expertos.
En conclusión, no al adoctrinamiento, no a la catequesis en la escuela, sí al desarrollo de la dimensión espiritual del ser humano, sí a una cultura religiosa y plurireligiosa desde el punto de vista de adquisición de conocimientos, y ¿por qué no? de experiencias que los enriquezcan. Y en este último aspecto tendrían cabida mis amigos y compañeros profesores de religión, porque creo que estos aspectos deben tratarlo profesionales al respecto, gente formada para ello. Eso sí, desde una posición abierta, respetuosa, tolerante, sin pretender catequizar ni convertir a nadie. Conociendo los pilares del resto de las tradiciones religiosas, desde un reciclaje y una formación permanente. Y por supuesto, y fundamentalmente, accediendo a esos puestos de trabajo de una manera más justa.

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