domingo, 30 de noviembre de 2014

Corrupción, ética, espiritualidad.


Tonadilleras, presidentes de comunidades autónomas, consejeros de comunidades autónomas, tesoreros, exministros, ministras, alcaldes, concejales, políticos en general, presidentes de clubes de fútbol, futbolistas, consejeros de bancos, banqueros, empresarios, funcionarios públicos, sindicalistas...todos implicados en casos de corrupción.
Esta mañana, el gobierno ha propuesto su plan de regeneración democrática. En el discurso tanto de unos como de otros nos hemos encontrado con más de lo mismo: poca humildad a la hora de reconocer lo propio, dimes y diretes de acusaciones al contrario, defecto en la contundencia de las medidas tomadas... y sobre todo y lo más acuciante de nuestra política, escaso análisis de la verdaderas causas de los problemas.
Sin embargo ha habido algunas afirmaciones lanzadas que me dan pie a esta apresurada reflexión.
Por un lado, el presidente del gobierno, en ese intento de nuestra mala política de quedar bien con todos, ha hablado de que no existía una corrupción sistémica. Que los españoles no éramos unos corruptos, que la mayoría de la gente sentada en el congreso no lo era tampoco. Por otro lado, el líder de la oposición Pedro Sánchez, ha hecho una afirmación con la que estoy de acuerdo. Ha hablado de "la corruptibilidad" del ser humano sobre todo cuando está en órganos de poder. 
Creo que ahí está la clave. Lo que ha sido una afirmación en la que no ha profundizado constituye el punto neurálgico que habría que tener en cuenta. Posiblemente, me diríais muchos, que ese debate no sea el propio para un foro como al que nos estamos refiriendo. De acuerdo. Pero no es un tema baladí, sino todo lo contrario. Y quizás sea un debate que haya que dejarle a otros ámbitos pero, ¿por qué no? esos foros no podrían tener una representatividad importante a la hora de asesorar e informar a nuestros políticos. Espacios en los que personas relacionadas con el mundo de las ciencias humanas pudieran participar (filósofos, antropólogos, psicólogos, sociólogos...) 
¿Es la corruptibilidad una característica del ser humano y sobre todo cuando éste accede a centros de poder? Evidentemente sí. Y siento discrepar (una vez más) con el presidente Rajoy: los españoles le sumamos a esa posibilidad inherente a la parte egoica del ser humano unos rasgos culturales (en los que no he indagado demasiado) propios del área mediterránea que hacen que esa propensión (a las corruptelas, a medrar, al apego, a cepillar el hombro, a meter la mano en el bolsillo llena de lo público, a pisotear, a "amigarse" con el que sea para pillar, etc. etc) a la corrupción sistémica sea todavía más fácil.
Nos ponemos las manos en la cabeza y quizás tengamos que ponérnoslas, sobre todo cuando nos roban lo que es de todos. Pero, siento decir que de la actitud de fondo pocos nos libramos. Conozco a mucha gente cobrando el Per y que en la vida ha dado una peonada en el campo. (Por poner un ejemplo). Eso también es corrupción.
Por eso, insisto, el problema no se arregla sólo con leyes que la hagan más imposible, porque la astucia del ser humano para lo sucio es sorprendente. Ya lo dijo Jesús: " los hijos de la tinieblas son más sagaces que los hijos de la luz" Lc 16, 8. El problema hay que atajarlo de fondo y para ello hay ir a la raíz. Un debate público con especialistas sobre el tema, un gabinete donde estas personas preocupadas por la ética, puedan tener un peso en las decisiones politicas una importancia radical en las escuelas por la educación en valores, iniciativas en las que se promueva el que la política y los políticos sean "iluminados" por un conjunto de ideas nacidas de aquí... y todo lo que se nos ocurra, constituyen ideas a tener en cuenta. Incluso promover a gente de estos foros para que puedan acceder a la política. 
Y vuelvo a mi terreno, una vez más. El espiritualidad tiene mucho que ver con todo esto. Una espiritualidad no dogmática ni nacida de una moral informada, sino una espiritualidad de la consciencia, del reconocimiento de lo sagrado del ser humano, de aquello inalienable a ningún otro poder y mucho menos al dinero. La espiritualidad del cuidado, de la ternura, de la compasión, del respeto por la naturaleza. Una espiritualidad que nos devuelve a nuestro lugar real en medio del cosmos, no como ombligos, sino como partes integrantes de una unidad que es únicamente rota por el egoísmo
Y, claro que propondría que gente venida del mundo de lo espiritual, estén presentes en lo político. No puede ser de otra manera. Así lo político recobrará su auténtica vocación de servicio al ser humano. Gente no sospechosa de integrismo, con una clara vivencia interior y una apertura suficiente para no creerse en posesión de la verdad, venida de distintas tradiciones religiosas y con una clara vocación al diálogo afectivo y efectivo, y gente que no viene de ninguna tradición religiosa pero que entienda que lo espiritual forma parte inherente y fundamental del ser humano.
No bastan las leyes (como en todo) si no hay consciencia y conciencia. La conciencia se forma por la consciencia, la conexión con aquello más real que somos: compasión, amor, belleza.
Ojalá algún día esto acabe por entenderse y por incorporarse al quehacer social. Sólo así será posible un plan de regeneración democrática.

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