miércoles, 13 de agosto de 2014

Quitarse la vida-Dar la vida

Ayer, como a muchos, me sorprendió enormemente la noticia de la muerte de Robin Williams. Aunque he visto otras cuantas películas suyas, hay que decir que "El club de los poetas muertos" me hizo mella en aquellos años de tránsito de adolescente a jovencito. Entonces me creía especial porque me gustaban ese tipo de pelis "con sentido". Luego fui descubriendo que había poco de original en ello. Recuerdo que desde entonces fui escribiendo el texto de Henry Thoreau en todos mis diarios y cuadernos como encabezamiento ideológico de aquello que quería y que aún no he aprendido a vivir. "Fui a los bosques porque quería vivir a conciencia..." El profesor Keating y su audacia educativa me hicieron enamorarme de Walt Whitman y su pasión por ese Yo-único presente en todo lo real. Esas palabras, precisamente le dieron el título a este blog. Aún hoy pongo a mis alumnos de bachillerato la película tratando de que vibren como yo lo hice en su tiempo, sin ser muy consciente de que hoy las vibraciones vienen de otro lado.
Como digo, luego he visto otras de sus interpretaciones. Más o menos buenas (magnífica la del "El indomable Will Hunting), siempre con ese toque sensibilero que le permitía esa triste sonrisa. Una mirada compasiva a la realidad podían hacer pensar de él que era un hombre precisamente atento a lo que le rodeaba, profundo, sensible...
Pero no lo sé. Lo único que sé es que ayer lo encontraron ahorcado en su apartamento. Curiosamente en "El club de los poetas muertos" el alumno en el que más influencia causaron sus novedosas ideas sobre extraer el meollo a la vida, también lo hace. Y en "Más allás de los sueños", su personaje baja hasta los infiernos a salvar a su esposa que se ha suicidado. La vida es así de burlona.
Desde ese sentimiento compasivo de hacerme cargo de un dolor del alma atroz hasta el punto de suicidarse en el cenit de su existencia, expreso mi pesar por la muerte de un buen actor. Una vez más pienso que el ego juega malas pasadas y que puede acabar destruyendo cuando no se sabe silenciarlo, serenarlo, diluirlo en definitiva.
Miguel Pajares. No sé nada de él aparte de que era hermano de San Juan de Dios, que estaba trabajando con enfermos de ébola en Liberia y que allí fue contagiado de la enfermedad que le ha quitado la vida. Anónimo como tantos otros que dejan suspiro a suspiro su aliento en favor de los que consideran amigos, hermanos. Dar la vida voluntariamente es, quizás, haber acallado ese ego del que hablábamos más arriba. Encontrar el tesoro de lo otra Vida con mayúsculas que nos hace uno con el otro y con el resto del cosmos. Dar la vida, si es desde la alegría, la humildad, no es más que reconocer la esencia que somos que no es otra cosa que pura donación y amor. Miguel Pajares, de los héroes que quedan en el corazón de Dios. También utilizado como arma arrojadiza de aquellos que no son capaces de ver más allá de su pura ideología. Rostro de tantos otros que desparraman lo que son porque se saben parte de lo único que es.
Ayer dediqué todos mis twits y mensajes de facebook al actor. Éste ya habrá sido consciente de que todo aquello de lo que carecía y que buscaba: aquello que pensaba que le faltaba para ser pleno y que lo llevó a la terrible depresión mortal, ya lo tenía. Ahora se sentirá lleno de presencia y todo lo demás sólo nos preocupará a los que nos movemos aquí en la coordenadas de la mente-tiempo.
Sin embargo, esto post iba dedicado a Miguel Pajares, porque no necesitó éxitos ni famas. Porque en el día a día oculto en un hospital de Liberia encontraba el sentido de la Vida. Porque ya experimentó aquí el cielo de la consciencia plena.
Bienaventurado.
Descansen en paz.

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