jueves, 16 de mayo de 2013

Lienzo II

14 de Julio de 1995                                                                                  En la aldea del Calabacino.

Me dibujaste en un lienzo un paisaje cautivador en el que el verde era mi color preferido, y yo me introduje en él, quién sabe si para formar parte de su armonía o para ser el intruso que desarmonizara. Sea como sea, ahora intento acaparar con mis sentidos lo mágico del momento, pero sólo me quedo con lo que mi pequeñez me permite y descubro que no puedo cantar la canción de tu obra.
No obstante, intuyo tu misterio en los pequeños rincones de tu creación, en la conjunción de colores y la profundidad de las formas, en la quietud silenciosa de los sonidos, en la transparencia melancólica del agua y observo que simplemente estoy porque lo has querido. Y el orden establecido continúa danzando impasible a mi presencia absorta. Y este trozo de tierra continúa suspirando sin prohibirme mi éxtasis.
Es difícil imaginar que lo modelaste para mí, pues ajena, sigue latiendo en su magnitud. Sin embargo, si callo... descubro sorprendentemente que es tu mano la que me acaricia. La brisa suave me susurra tu nombre, en el agua se refleja tu rostro y en el rayo que atraviesa las sombras del color profundo descubro nuestras soledades. Gracias, pues ha sido mi mejor regalo de cumpleaños.
Me gustaría grabar la imagen en mi alma para de nuevo sumergirme en ella cuando tus lienzos son distintos y recordar en mi hastío que hay lugares donde la tierra y el cielo se unen.

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