martes, 22 de abril de 2014

La esencia del mal

No quiero con esta opinión herir la sensibilidad de nadie, y mucho más en este tema en el que se ha creado una especie de compasión de grupo o solidaridad social; pero quiero expresar mi pobre y cuestionable manera de entender este asunto a raíz de algo que oí el otro día.
Ante el fallido y enésimo intento de hallar los restos de Marta del Castillo en la escombrera de Camas, después de la prueba realizada a Miguel Carcaño, la madre de la chica asesinada, decía que el asesino era “la esencia del mal”. Con un respeto absoluto a los sentimientos de esos padres a los que no se les ha permitido hacer su proceso de duelo de una manera adecuada y correcta, con un sentimiento de solidaridad ante la terrible experiencia de no poder enterrar a tu hija, me gustaría hacer un breve análisis de esa expresión.
Caemos fácilmente en una visión maniquea de la vida como si ésta y todas sus circunstancias y avatares estuvieran determinados por dos principios, el del bien y el del mal. Situaciones malas y buenas, acciones malas y buenas, personas malas y personas buenas… Esto se aduce también en numerosas ocasiones de una manera escatológica, cuando se trata de dar sentido a acciones inhumanas y absolutamente reprobables como es la de, no solamente asesinar a una adolescente, sino la de no permitir a sus padres poder enterrarla después de 5 años. La expresión “la esencia del mal”, que en su dolor e impotencia utiliza la madre de Marta, encierra una comprensión metafísica de la realidad interesante de analizar y no muy ajena al sentir de mucha gente. Hablar de esencia del mal es admitir de fondo que existe una esencia del bien, que existen estos dos principios como fuerzas al mismo nivel que determinan el orden de lo real.
Desde el lenguaje religioso esta expresión es una de las erróneas alternativas para la explicación del dolor y el sufrimiento. ¿Cómo explicar el mal en el mundo si se dice que hay un Dios bueno? Pues porque hay un principio del mal (diablo, Satanás, demonio, Belcebú, Príncipe de la tinieblas, etc.). Es uno de los recursos o salidas de la imposible teodicea que cae por su propio peso. Admitir un principio del mal al mismo nivel que un principio del bien sería admitir una eterna lucha de contrarios de igual a igual, unas veces gana uno y otras veces otro. Sería poner al mismo nivel a dos opuestos (de nuevo en lenguaje religioso Dios y el diablo). Ni desde la tradición judeo-cristiana, ni de la mayoría de las grandes religiones esto se sostiene.
Admitir que Miguel Carcaño es la esencia del mal sería admitir algo así como que estuviera poseído por el demonio (el tema de las posesiones daría para otro debate y no es el objeto de esta reflexión) o en términos no teístas como que fuera la encarnación del mal. Al margen del sentimiento de rabia que puede llevarla a tal afirmación, debemos preguntarnos si una persona puede poseer en su ser más íntimo sólo perversión y maldad. ¿Puede estar asentada la base ontológica de una persona en la maldad?
Desde la experiencia espiritual es imposible. Desde la mística de cualquiera de las grandes tradiciones religiosas, el fondo del ser humano es sagrado, divino, pues comparte la esencia con el Misterio o Ser. Y aquí es dónde llega lo políticamente incorrecto de mi reflexión. Decir que la esencia de Miguel Carcaño es sagrada o divina y no el mal, me hace removerme en mi asiento incluso a mí que soy el que escribo esto. Decir que la esencia de personajes como Hitler no sea el mal, sino el bien, la luz, puede parecer un intento forzado y “buenista” de entender la realidad. Pero situándonos en otro nivel (no en el nivel psíquico o mental, sino en el trascendente o inmanente) no podremos más que decirlo, con serenidad y sin pretensión de imponer ni de defender ningún axioma.
Sobre los condicionantes psicológicos, sociales, circunstanciales que pueden llevar a una persona a cambiar en numerosas ocasiones la versión de los hechos para que no se encuentre el cadáver o a otro a asesinar a millones de seres humanos, se podría hablar mucho. Pero no soy experto.
Tan sólo quiero afirmar humildemente y desde mi pobre y corta experiencia, que lo esencial de cualquier ser humano está enraizado en el único principio existente, la única realidad, y esa realidad es el Misterio de lo bello, lo bueno, el amor, aunque eso sea imposible verlo desde esta manera nuestra de poder interpretar la realidad o nos “aparezca” machacado y enterrado por cientos de circunstancias que presenten a los autores de tan horribles acciones como auténticos monstruos.
Cuando, en términos creyentes, decimos que el ser humano tiene la huella de lo divino (“a imagen suya los creó”, Gen 1,27) queremos expresar lo que vengo diciendo. Y eso es para todos los seres humanos o no es para ninguno.
Esta comprensión nos cambiaría la visión de la humanidad y la relación con el resto de nuestros semejantes. De aquí brota el concepto de dignidad inalienable para cualquiera (incluso para los que nos parezcan deleznables por su conducta). E incluso diría que es la base de nuestro derecho actual. Sé que es mucho más fácil dividir el mundo entre buenos y malos, pero a la vez es más simplista y menos inteligente. Esto nos complica la vida en cuanto a la percepción de la realidad en su conjunto y en particular del ser humano y del respeto que le debemos al margen de su conducta. Cuando desde la tradición hinduista se saluda a una persona con la expresión “namasté” se está queriendo expresar algo así como "aquello divino que hay en mí reconoce y reverencia aquello divino que descubro en ti". Habría que preguntarse si eso divino de cada uno desaparece cuando uno comete una atrocidad. Si desaparece es que no es divino, si el principio del mal es capaz de anular el del bien es concederle al primero una fuerza pareja a la del segundo y el ser humano sería una marioneta al antojo de uno u otro principio. Con lo cual la realidad estaría carente de sentido.
Toda esta elucubración mental última que acabo de hacer es volver a caer en nuestro intento occidental de comprensión de la realidad. La afirmación de lo sagrado del ser humano (cualquier ser humano) manifestada por los grandes maestros espirituales de todos los tiempos, no nace de la reflexión sino de la experiencia (la meditación, la vivencia desde lo profundo de su ser). Y a eso invito y me invito a mí mismo.
Desde el punto de vista materialista-cientifista, como se comprenderá, la afirmación de la existencia de un principio del mal, o de una esencia del mismo es insostenible igual que lo es la existencia de un principio del bien. Con lo cual, también desde este paradigma, caería esa visión del ser humano.
Termino de nuevo apelando a mi solidaridad, compasión y respeto más absolutos a esos padres destrozados. La cercanía, el cariño, la búsqueda de la verdad y la justicia no deben de cesar. Aunque propongo que un duelo no realizado, el sufrimiento generado desde la impotencia más cruel, no sean nunca la base de comprensión de lo real y que ayudemos a las personas que se encuentran en esos duros trances a hacer bien sus procesos.

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