jueves, 19 de febrero de 2009

La venganza no es justicia

Es que estas horas no son para esto. Con la que está cayendo y la de cosas que tengo que hacer. Pero... digamos que ésta podría formar parte de ellas. Teniendo en cuenta que hacía esta misma reflexión estos días en los que la violencia se convierte en espectáculo mediático y en los que la sociedad busca chivos expiatorios para descargar en ellos todos sus males, sus propias culpas, sus crisis. La demonización de una persona o dos, o cuatro, por muy canallescas que sean sus acciones, es síntoma de que algo nos incumbe esa violencia exacerbada, el "reñir para que no me riñan", descargar en unos cuantos la ira que encierra culpa propia y responsabilidad... Que no, que no nos enteramos. Que la solución no son cadenas perpetuas, ni palizas de la policía para que confiesen, ni endurecimientos de las penas. El infierno no es el que le desea la madre de Marta para cada uno de sus días. Ni el castigo es el que le quieren inferir los hermanos de Cristina, la chica que murió acuchillada por su pareja hace dos semanas. Sus infiernos personales, sus castigos comenzaron hace tiempo. Y es cierto que son verdugos, pero también víctimas de un sistema enfermo. En fin, que leáis el artículo. Que lo suscribo completamente, y que el periodista lo explica mucho mejor que yo.

Marta y el orden de los valores
José Bejarano 18/02/2009 - 20:27 horas

Los padres de Marta del Castillo, la joven de Sevilla asesinada presuntamente por su ex novio, han pedido que se implante la cadena perpetua y que el culpable cumpla la pena más alta posible. La madre ha deseado para los detenidos que "cada día en la cárcel sea un infierno". Es lo menos que puede esperarse de unos padres destrozados por la pérdida de una hija. Pero también dicen una cosa más que, a mi parecer, no encuentra en los medios de comunicación el hueco que merece, sin duda por el estruendo que suelen ocasionar las palabras gruesas. Sostiene Antonio del Castillo que lo ocurrido a su hija hay que contextualizarlo en "una sociedad que cada vez tiene menos moral y donde a lo mejor se es demasiado flexibles, empezando por el colegio y los profesores".

Ahora sí, acierto pleno. Aunque a esa enumeración falta añadir a los padres y medios de comunicación, junto con los colegios y profesores. Todos tenemos alguna responsabilidad en lo que está pasando y en las manos, la erradicación de comportamientos violentos. No creo en el agravamiento de las penas como forma de prevenir el crimen. Es inútil aumentar las penas si seguimos inmersos en una sociedad que antepone la consecución de los deseos primarios a toda costa, fomenta el egoísmo, ensalza la violencia como forma de resolver los conflictos, el dominio del fuerte, el sometimiento de la mujer. Que no prepara a los jóvenes para afrontar situaciones de frustración.

Mal andamos en una sociedad que menosprecia los valores humanos (buenismo le llaman ahora algunos en claro tono de burla), laxa en normas, que entroniza al matón, venera al jactancioso y deposita el respeto de las normas no en el acatamiento libre y voluntario que posibilitan la educación y el civismo, sino en el agravamiento de las penas. Lo triste es que no hay nada nuevo bajo el sol. Nada hemos inventado nosotros. La violencia es vieja compañera del hombre. Quizá no tanto su exhibición pública.

Tampoco su utilización gratuita, el desparpajo con el que la esgrimen aquellos a los que nadie les ha dicho que el antojo tiene un límite. Tal vez también porque quienes echan mano de las armas encuentran legitimación social en tanto alarde de saña (virtual y real) tanta injusticia institucionalizada contra los débiles (en Madrid tienen que detener un cupo diario de inmigrantes-delincuentes y si no los hay, buscarlos) tanta desigualdad que hiere.

Perdonen que no descargue ahora la rabia contra estos individuos despreciables (verdugos y víctimas, odio el crimen y compadezco al criminal) que pueden haber matado a un ser inocente e indefenso. No haré como esos miles de vecinos que se echan a la calle dispuestos a linchar de los detenidos: si lo hiciese me sentiría arrastrado en la espiral de odio y violencia de los verdugos. La venganza no es justicia.

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