miércoles, 11 de septiembre de 2013

Querido Papa Francisco (3)

Querido Papa Francisco. 
En esta tercera carta voy a ser más breve pero quiero dejar constancia de la emoción que me produce la noticia publicada en el día de hoy en la que se comenta que usted pide que los conventos vacíos se abran a los refugiados e inmigrantes. Emoción porque es algo que conecta con profundos sentimientos internos, con inquietudes, con sueños e incluso con proyectos en mente. Darle de nuevo las gracias por hacer a la Iglesia bajar la mirada a los de abajo. No hay arriba sin abajo, ya lo dejó claro Jesús. Darle las gracias por ponerse al lado de los desplazados, por hacer camino con ellos, por instar a cumplir la única ley válida la del amor al que sufre, concretada en “fui inmigrante y me acogisteis”. (Mt 25, 31-46). Es un escándalo que se estén cayendo edificios de la Iglesia sin uso ni beneficio alguno y que haya centros de refugiados saturados en donde malviven los inmigrantes hacinados. Es inadmisible que haya inmigrantes durmiendo en la calle (que haya personas de cualquier nacionalidad, metemos aquí a los desahuciados de sus casas también) Estos son los signos que se esperan y que no sólo me emocionan a mí. Esto no es ni más ni menos que el hacer volver la mirada donde realmente hay que volverla, esto no es ni más ni menos que “buscar el Reino de Dios y su justicia” y todo lo demás se nos dará por añadidura (Cf. Mt 6, 33). 
Cuando en aquella casa tan grande en la que vivía propiedad de la parroquia que se me encomendó comencé a acoger a personas inmigrantes la mayoría de la gente lo vio con recelo, principalmente la jerarquía. Puedo decirle con sinceridad que no fue meritorio por mi parte. Fue la necesidad de compartir espacio y vida y fue realmente una de las experiencias más enriquecedoras que he tenido. La acogida es el camino, la mesa común es el reflejo de la del Reino… siempre supe que lo que ellos me aportaban cada día era mucho más que el techo y el pan material que yo pudiera ofrecerles. 
Ahora he perdido credibilidad, pero he llamado tímidamente a alguna puerta para pedir exactamente lo que usted acaba de decir. De momento nadie me hizo caso. Por eso hoy me emociono al leer la noticia. Sé, y de nuevo lo reitero, que es muy difícil que esto le llegue, pero quizás algún día… Cuente conmigo donde sea para un proyecto de ese tipo. Me siento disponible y llamado a abrir puertas y a decir “os estaba esperando, sois necesarios para que pueda seguir viviendo”. Gracias de nuevo.
Fraternalmente 
Juanma

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