2 de diciembre de 1995- Casa de la Misericordia
En la oscuridad de la capilla brilla la luz de una manera sobrenatural. Basta para disipar mi tiniebla. Jesús, guía mi puño para que sin mis ojos de fuera, pueda contarte lo que ven mis ojos de dentro. En la nostalgia de la noche se siente tu perfume suave, cautivador. Penetra por mi olfato y se hace sustancia de mis células. Tu misericordia rebosa la oscuridad . Jesús, estás ahí pacificando mi guerra y sólo tu palabra quiebra el silencio envolvente de mi noche. Hazme salir de mí para entrar en ti. Sólo así puedo amarte. Quiero prepararte una cuna para cuando vuelvas a venir; un lecho construido con mi miseria, o quizás, quien sabe, algo más acogedor con lo mejor que hay en mí. Quiero volver a verte niño y cantarte la nana de mis anhelos. Quiero preservarte del frío de diciembre con todo el calor que puedan desprender las fibras de mi corazón. Haz Navidad en mi ser para renovar aquello que hay de viejo y arruinado en él. Cuánto te amo.
21 de enero de 1996 Casa de la Misericordia 1´55 AM
Con mis manos vacías; con mi miseria formando el charco en el que me revuelco; con mi yo envolviendo mi yo y la parte de tierra que me toca; con mi ser hueco de ilusiones y navegando como sonámbulo dirigido en medio de la noche. Así, quiero hacerme ofrenda. A ti que eres el hálito de mi vida, para que me recojas de lo profundo y hagas de mí el niño al que acunas; para que te introduzcas en mis poros y me llenes de ti.
Mi amor eterno, mi complacencia infinita. Mi deseo, mi anhelo, mi fiel abandonado. Tú, la sangre de mi alma, el puerto de mi vida. No permitas que me esconda en el agujero que me he excavado para luego decir que su oscuridad me asfixia. Déjame de nuevo ser yo-contigo. Tú y yo solos en la conjunción de antes. Quiero respirar con los ojos de aquel niño que te veía en la brisa.
Mi vida, dámela para siempre para morir a mí mismo y nacer contigo en mis hermanos. Jesús, mi buen Jesús. Quiero quemarme en tu presencia para no volver a tener frío.
Préstame de la riqueza de tu misericordia para poder salpicar con ella al que necesita ser perdonado; yo mismo lo seré y volveré a ser el niño aquel que sonreía.
10 de marzo de 1996 Casa de la Misericordia 3´27AM
Sólo acierto a adivinar tu luz que aun brilla. Y en mis arrebatos locos de tristeza únicamente sé ahondar en mi ciénaga. Pero, ya te digo, aunque sólo sea de reojo, me ha parecido ver tus destellos. Necesito uno de ellos que me fulmine y me transforme en parte de tu esfera luminosa.
Ayúdame, Jesús, a abrazarme a mi cruz con las fuerzas que me has dado.
Cómo haría yo que mi cantar
fuese bálsamo que calmara tus heridas.
Cómo cantar, Jesús, si mi canción puede convertirse en marcha de tu muerte.
Cómo ayudarte a bajar
si antes te empujé a subir.
Tan sólo préstame unas horas
la cruz que te cargué.
Descansa en mi pecado,
en aquél que te condenó;
amigo traicionado.
Olvida mi desprecio de ayer
y piensa que esta noche
sólo canto para ti.
Permite que mi llanto,
que es tan sólo lo que queda,
enjuague tus heridas, alivie tu sufrir.
Déjame ser tu Cirineo
aunque sólo sea un instante.
Ahora quiero demostrarte que aún te amo.
Y duerme, mi amigo, duerme.
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